En octubre del 2023, el primer ministro británico Rishi Sunak anunció un proyecto de ley, que consistía en una prohibición gradual contra el tabaco. El objetivo de esta ley era conseguir una bajada en el porcentaje de fumadores en Reino Unido. Para ello, el proyecto de ley de Tabaco y Vaporizadores de 2023 propuso aumentar gradualmente la edad legal para fumar, hasta que el consumo fuera totalmente prohibido. El proyecto no le retiraba la opción de comprar cigarrillos a nadie, solo la retenía para quienes aún no habían tenido oportunidad de comprarlos. La propuesta quedó archivada debido a las elecciones generales anticipadas celebradas en julio de 2024; no obstante, el nuevo gobierno laborista ha señalado su intención de revivir el proyecto.
Fumar es la principal causa prevenible de cáncer y mata a más de 7 millones de personas al año. La industria tabaquera tiene una historia vergonzosa al haber mentido en repetidas ocasiones sobre los efectos de los cigarrillos. Sin embargo, los esfuerzos realizados en políticas públicas para desalentar su consumo han surgido efecto y se ha conseguido que el consumo decaiga. La comparación con hace cuarenta años nos muestra un claro éxito, y es innegable que el consumo ha bajado. Pese a ello, desde hace años el porcentaje de fumadores, que había tenido una dinámica decreciente, parece haber llegado a un punto de estancamiento. Actualmente en España el porcentaje de fumadores representa un 23,3% de la población según datos de la Encuesta Europea de la Salud en España de 2020.
Los expertos en salud pública usan la expresión “Endgame” para referirse a una situación ideal en que la proporción de personas que fuman es inferior al 5%. Por lo tanto, aún estamos considerablemente lejos de ese objetivo, es por esto que la medida que se está manejando en el Reino Unido podría ser una opción revolucionaria en ese sentido. Cabe destacar que Nueva Zelanda fue pionera en la idea de la prohibición gradual del tabaco en 2022 pero con el cambio de gobierno la ley se abolió un año después.
Esta ley no está exenta de polémica: Prohibir sustancias populares tiene consecuencias no deseadas, como lo demostró la prohibición del alcohol en Estados Unidos o la guerra contra las drogas en casi todos los países. El mercado se mueve de forma clandestina, los criminales toman el control y, al no estar regulados los productos la calidad empeora, perjudicando aún más a la salud de los consumidores. Además de todo lo ya mencionado, supondría una medida paternalista que atentaría contra la libertad individual de los ciudadanos.
Asimismo, se pueden encontrar opiniones favorables al proyecto de ley, una de las que más me han llamado la atención es la del profesor Andreas T. Schmidt, quien propone hacer el siguiente experimento mental:
Imagina que los cigarrillos no existen aún en el mercado, pero sabemos de antemano todos los efectos negativos que tienen sobre la salud. Luego, una empresa los inventa y quiere que los reguladores permitan su venta. ¿Deberíamos aprobar su venta sabiendo que son tan dañinos? Si en esta situación imaginaria decidimos que no deberíamos permitirlos, entonces surge la pregunta: ¿por qué deberíamos seguir permitiendo su venta ahora, si ya sabemos que son perjudiciales?
Así pues, el debate está servido.