Adrián Romero

Esta semana tenemos el placer de entrevistar a Adrián Romero, debatiente y miembro de la Dirección Universitaria de Dicentis Comunicación. ¡Ya puedes conocerlo mejor!
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Bueno, Adrián, muchas gracias. Creo que tanto el equipo de ElDebatiente como nuestros lectores estarán muy contentos de poder tener esta entrevista contigo.  

Gracias a vosotros, yo encantado. 

Vamos a empezar con una pregunta un poco intensa para ir entrando en ambiente. ¿Qué sientes al debatir?

La verdad es que sigo sintiendo muchos nervios. Pero creo que eso es bonito, porque significa que me sigue importando. El día que no sienta nervios al llegar a un atril, creo que será la señal de que debo retirarme, porque habré perdido la ilusión. Al final, cuando algo te importa, cuando te ilusiona, siempre hay nervios. Y desde el primer día los tengo cada vez que salgo a debatir.  

¿Y cómo gestionas esos nervios después de tantos años debatiendo?

Los gestiono mal, ¿eh? La verdad es que lo paso mal con los nervios. Pero bueno, cada vez me conozco mejor. Por ejemplo, antes de un debate intento comer algo, porque sé que, si no, lo paso aún peor. Con el tiempo voy aprendiendo a manejarlos mejor porque voy creciendo y entendiendo cómo funciono.  

¿Cómo ha cambiado tu visión sobre el mundo del debate?

Yo empecé en escolar, y la diferencia con el universitario es enorme. Sobre todo, en cuanto a la relación con la gente. En escolar haces piña con tu asociación y sientes que todo el mundo está en contra. Además, en escolar rara vez te dicen que has perdido. En cambio, en el universitario comienzas a hacer amistades y a valorar la comunidad del debate. Descubres a personas que aman el debate y quieren hacerlo crecer, y eso es maravilloso.  

Y aunque ya han pasado algunos años, ¿cómo viviste el cambio de escolar a universitario?

Para mí fue duro, sobre todo porque los oradores que vienen de escolar suelen ser brillantes en la forma, pero en universitario el trabajo de líneas y de fondo es mucho más complejo y maduro. Esa adaptación fue lo que más me costó. Al principio no entendía por qué, si era buen orador, no lograba cumplir los objetivos marcados en un debate universitario. Pero ahí es donde entra la importancia de trabajar la argumentación y la estructura del discurso.  

Ahora que estás en el mundo universitario, sigues participando en torneos escolares como juez, por ejemplo, en el XII Torneo Nacional de Debate Escolar Cánovas. ¿Cómo gestionaste el paso de debatiente a juez? ¿Cómo ha sido la experiencia de dar feedback a los niños?

Me encanta juzgar escolar. Es la parte del debate que más disfruto. Creo que lo primero es ser benevolente y cuidadoso con lo que se dice, porque estos niños están dedicando su tiempo libre al debate y cualquier comentario puede afectarles. También es clave condensar la información. Si les das demasiadas indicaciones de golpe, desconectan. Es importante seleccionar lo esencial, tanto en fondo como en forma, y transmitírselo de manera clara y estructurada.  

¿Dónde crees que está el equilibrio entre la benevolencia y la pedagogía? ¿Cómo evitar ser tan amable que se pierdan aportes valiosos para los niños? 

Creo que todo se puede decir de buena manera. Cuando hablo de ser benévolo, me refiero a transmitir las cosas con tacto, pero sin dejar de decirlas. No se trata de decir «lo hiciste genial» si hay aspectos a mejorar. Como juez, tu papel es ayudarles a mejorar. La clave está en señalar lo que han hecho bien, pero también lo que pueden perfeccionar, con un tono constructivo y motivador. Al final, generalmente han hecho un buen trabajo, pero siempre hay margen para crecer. Y lo digo por experiencia, porque yo era muchísimo peor que muchos de ellos cuando empecé.  

Volviendo al debate universitario, ¿qué cambiarías para llegar a un modelo ideal? Porque parece que estamos en un momento de transición entre diferentes estilos, ¿no?

Sí, ahora hay una especie de simbiosis entre modelos como el BP y el académico, y a veces se confunden un poco. Pero creo que no podemos pretender unirlos porque son formatos diferentes y hacerlo dejaría a todos insatisfechos. En lugar de fusionarlos, creo que el debate debe avanzar hacia ofrecer más opciones para los estudiantes. Por ejemplo, este Torneo Nacional Cánovas forma parte de la Liga Nacional de Debate Escolar y también clasifica a la Liga Andaluza de Debate Escolar. Eso es genial porque ofrece más oportunidades para debatir y aprender. Cada vez hay más torneos y clasificatorios, y creo que esa es una tendencia muy positiva para la comunidad del debate.  

Te propongo un juego. Imagina que eres un pintor y puedes diseñar al orador ideal. ¿Qué características tendría? ¿En qué postura lo pondrías?

En R2. Ahora hago R1 y R2, pero durante mi etapa de formación siempre fui R2. Y a mí me encantan los R2 que tienen ese tono agresivo, esa ironía, esa rapidez. Evidentemente, siempre que se les entienda. Me fascina un R2 que utiliza recursos irónicos y es agresivo. Yo siempre digo que un buen R2 tiene que ser como un “pitbull con bozal”, es decir, que ladre, pero que nunca, nunca, nunca llegue a morder. Ese tipo de R2 me encanta. Hay otras personas a las que no, pero a mí sí, la verdad.  

Si tuvieras que elegir, ¿cuál consideras que ha sido tu mayor reto como orador? ¿Tienes alguno que recuerdes especialmente?

Diría que mi mayor reto fue en escolar, porque yo estaba en una institución pública. Es cierto que muchas veces los institutos públicos tienen muchísimos menos recursos para la oratoria que las instituciones privadas, simplemente porque los privados pueden permitirse invertir más en ello. Creo que es fundamental apostar por la oratoria en la educación pública. Ahora se está empezando a hacer, pero en mi época no era una alternativa real. Me frustraba ver cómo conseguíamos objetivos y, aun así, desde los institutos públicos no solo no se nos reconocía económicamente, sino que ni siquiera se nos facilitaban cosas tan simples como mover un examen tras competir en un torneo de debate. 

Poner facilidades para los alumnos de institutos públicos que dedican su tiempo libre a algo tan enriquecedor como el debate debería ser una prioridad. Me parece increíble que no se les ofrezca ninguna ayuda para algo que, además de ser cultural, contribuye enormemente a su crecimiento personal. Parece que ahora se empieza a avanzar en ese sentido, pero hay que seguir caminando mucho más. Entiendo perfectamente a los oradores que sienten la falta de recursos y apoyo, porque es frustrante. Y eso, como orador, supone un reto enorme, porque lo haces por puro amor al arte. Y lo bonito es que, a pesar de todas las dificultades y con todo en contra, hay quienes siguen adelante solo por amor al debate.  

Totalmente. Y ya que estamos tirando del baúl de los recuerdos; ¿tienes alguna intervención o torneo que recuerdes con especial cariño? 

Sí, le tengo muchísimo cariño a una final en la Liga de Ayuntamientos de Sevilla, cuando estaba en escolar. Nos enfrentamos Elena y yo. Para quienes no lo sepan, Elena es mi tándem de batalla, iría hasta el fin del mundo con ella. En ese momento, sin embargo, estábamos en equipos opuestos, en primero de bachillerato. Y fíjate lo caprichoso que es el destino: con el tiempo terminamos formando un equipo indisoluble. Me encanta recordar esa final porque ahora estamos juntos, pero en aquel entonces estábamos en bandos contrarios. Es un contraste precioso. Además, la final está grabada, así que siempre la tengo presente con mucho cariño.  

Nos vamos acercando al final, y esta es una pregunta clásica de ElDebatiente: ¿quiénes han sido tus referentes en tu camino como orador?  

Para mí, la persona que más me ha marcado en el debate ha sido José Manuel Arguijo. Cuando yo estaba en escolar, nos ofreció toda su ayuda sin pedir absolutamente nada a cambio. Dedicó horas con nosotros, nos acompañó a torneos, simplemente porque veía que teníamos ganas, aunque no contáramos con las herramientas necesarias. Siempre le estaré eternamente agradecido y, a día de hoy, sigo teniendo la suerte de compartir este camino con él. Me enorgullece muchísimo.  También tengo que agradecerme a mí mismo y, sobre todo, a mis padres. Cuando nadie nos apoyaba, mi madre siempre estuvo ahí. La financiación, los viajes… Cuando el instituto no respaldaba nuestra participación en torneos, ella confió en mí y me dejó intentarlo. Si hemos tenido que irnos solos, sin apoyo institucional, lo hemos hecho gracias a la familia. Y creo que eso es fundamental. Siempre estaré agradecido porque mi madre nunca puso impedimentos a una actividad como esta, entendiendo lo enriquecedora que es para cualquier persona que la practica.  

Y ya para cerrar, saltando del pasado al futuro, ¿qué sueños o retos te quedan por cumplir en el mundo del debate?

Creo que los retos nunca dejan de aparecer. Me gustaría, sobre todo, enseñar debate y contribuir a hacerlo más grande. Expandirlo de algún modo. También soy firme creyente de que es importante retirarse a tiempo. Todos debemos saber cuándo es nuestro momento de dar un paso al lado y permitir que otras personas tomen el relevo y tengan su oportunidad de brillar. Por supuesto, siempre nos vamos a ir con retos sin cumplir, pero si pudiera elegir uno que me gustaría lograr antes de retirarme, sería haber conseguido expandir el debate. Creo que eso es algo positivo para todos.  

¡Qué especial, Adrián! Muchísimas gracias por tu tiempo y por tus palabras.

Gracias a vosotros por contar conmigo y por cuidarme siempre.

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