Todo imperio pasa por varias fases. Podemos resumirlas de la siguiente manera: la primera consiste en una especie de afianzamiento de poder regional y de inicio de expansión, la siguiente trata todo el camino que recorre hasta que llega a su época dorada, y la última, ese mismo camino, en este caso de vuelta, hasta su desaparición. El Imperio Español no fue una excepción a este proceso, pudiendo considerar que tuvo su fecha de inicio en la segunda mitad del siglo XV, su fecha de máximo esplendor durante los siglos XVI, XVII, llegando a ser el cuarto imperio más grande de la historia (contando su extensión en el año 1750), y finalmente, su desaparición, en el año 1898, cuando EEUU conquistó los últimos territorios de ultramar a España.
Es necesario analizar, antes de pasar al contenido de este artículo, que es lo que le quedó al heredero del Imperio Hispánico, el actual estado español, de toda esta poética aventura.
Nosotros, a diferencia de Inglaterra, no hemos heredado la Mancomunidad de Naciones (sí, me refiero a la Commonwealth) sino que nuestra relación con el resto de los territorios del antiguo Imperio es diferente y bastante más débil en comparación con la que tienen los países ingleses, refiriéndome especialmente a Hispanoamérica. Más allá de la relación que tienen nuestros dirigentes con los políticos americanos de turno, esta relación se basa en que todos compartimos ciertos rasgos culturales, un origen similar (porque sí, España no es el Imperio, solo una parte muy importante de este), y el más importante de todos, el idioma, como quiera llamarse, español o castellano.
Este idioma, lengua materna de grandes personalidades literarias como, Miguel de Cervantes, Mario Vargas Llosa, o Gabriel García Márquez, es hablado en la actualidad como lengua materna por 437 millones de personas (solo superado por el chino mandarín), alcanzando los 572 millones de personas si contamos a hablantes con competencia limitada.
Paremos un momento a pensar, todos los españoles podemos entendernos, de mejor o peor manera, según el dominio del idioma, ¡con 572 millones de seres humanos!, puesto en contexto, millón arriba, millón abajo, es más o menos la población de Rusia sumada con la de EEUU. Y lo más curioso de todo, no es algo que hayamos tenido que esforzarnos en conseguir, es un regalo del sacrificio de varias generaciones de nuestros antepasados, que trataron de enseñar y expandir esta lengua. De hecho, si hablamos de esfuerzos, sabemos hablar español sin necesidad de dedicarle las horas de estudio que son necesarias para aprender una lengua que no es la materna.
Como podemos ver, tenemos una herramienta muy poderosa en nuestras manos. Un ejemplo cercano a todos es el del CMUDE. ¿Os imagináis como sería un torneo de este tipo si solo hubiese debatientes españoles? ¿Creéis que es igual decir que Antonio Fabregat y Aida González son los mejores oradores de España, a decir que son los mejores oradores de un campeonato en el que participa también lo mejor de cada país de Hispanoamérica? ¿A que es maravilloso poder participar en este torneo utilizando nuestra lengua materna? Sin embargo, ¿de qué manera estamos tratando este regalo?
Desde 1975, en España tenemos tres lenguas oficiales más a parte del español, el gallego, el euskera y el catalán (cuatro si contamos el valenciano, ahí ya cada uno sabrá si considera suficientes las diferencias entre este y la lengua catalana para considerarlo un idioma como tal y no un dialecto). A mi forma de ver, la existencia de todas estas lenguas es un hecho maravilloso, que no refleja otra cosa que el patrimonio cultural que tenemos en este nuestro país, patrimonio que ya adelanto que creo que tenemos que proteger, pero eso sí, estudiando el coste.
A día de hoy, con el auge de partidos regionalistas en algunos casos, secesionistas en otros, en las regiones donde los idiomas que he mencionado antes son cooficiales junto al castellano, estamos viviendo una nueva tendencia en el plano del lenguaje que se manifiesta de dos maneras:
La primera, la necesidad de aprendizaje del idioma cooficial respectivo de cada comunidad, para el acceso a plazas de empleo público, como por ejemplo la sanidad, bien de manera exclusiva, es decir, o lo hablas, o no puedes entrar a trabajar aquí, como ha ocurrido en las Islas Baleares, o bien a través de dar más puntos a los que manejen estos idiomas, llegando a valorar por ejemplo, un buen manejo del catalán, casi de igual manera que un doctorado, como si importase mucho saber otro idioma aparte del español, con el que te puedes entender con una amplia mayoría de personas, para ser un buen radiólogo.
Esta nueva tendencia, tiene a mi forma de ver, entre muchos otros, dos problemas:
En primer lugar, que se está dejando de primar, por razones exclusivamente políticas, la calidad de los profesionales de la sanidad, perdiendo por completo el rumbo de lo que entendemos por una sanidad óptima, ya que es muy posible que se dé el caso de que entre un profesional médico menos cualificado que sabe catalán que otro que no lo sabe y que esté más cualificado respecto a un mismo campo de la medicina, por el simple hecho de manejar una lengua, con la que por cierto no va a poder atender a más gente que la que podría atender si solo supiese español, quitando ciertas personas de avanzada edad de zonas rurales muy concretas, que por cierto, deberían saber hablar castellano, como establece el artículo 3.1 de la Constitución. Es decir, vamos a ver, en el mejor de los casos, una pequeña pérdida de calidad en ámbitos como la sanidad, y, en el peor de los casos, tener servicios de este tipo con mayor saturación por falta de profesionales, con un empeoramiento de la calidad de estos, caso que, por cierto, ya se da en algunos lugares.
En segundo lugar, este tipo de medidas atentan contra el principio de igualdad entre los españoles de acceso a estas plazas, porque por ejemplo, un médico extremeño o andaluz, tendrá muchísimas más dificultades de acceder a un puesto en Ibiza, que un ibicenco para acceder a un puesto en Jaén o Badajoz, de manera injustificada a niveles de calidad, ya que ambos van a poder atender a la mayoría de la población en ambos sitios (bueno, a lo mejor el extremeño tiene problemas en Ibiza si no habla inglés o alemán, de cualquier manera, ni es ninguno de estos idiomas los que se exigen, y aunque lo fuesen, tendría los mismos problemas que el ibicenco que habla un catalán perfecto, el cual sin embargo, tendría más ventajas para acceder a este puesto).
La segunda manifestación de esta tendencia es en la educación, en la cual podemos ver como no solo se impone el aprendizaje de la lengua cooficial en una asignatura, como por ejemplo el gallego en Galicia, sino que, en algunos casos, asignaturas como conocimiento del medio, se imparten en la lengua cooficial en vez de en español. Esto, a mi forma de ver, tiene de nuevo, otros dos problemas:
El primero, es que se está imponiendo el aprendizaje de una lengua a la que se le tiene que dedicar numerosas horas, que no te va a permitir hablar con muchas más personas de las que ya te permite hablar el español (el gallego puede que sea una excepción por su relación con el portugués) y que requiere esfuerzo aprender. De cualquiera manera, esta imposición es exclusiva con habilitar la opción de que los padres elijan otros idiomas a los que prefieren que sus hijos les dediquen tiempo, por ejemplo, el francés, o el alemán. Creo que es razonable pensar que un padre/madre pueda preferir que su hijo aprenda gallego, porque quiere que conozca esa lengua con la que se identifica y que cree que hay que proteger, al igual que creo que es razonable que un padre/madre pueda preferir que su hijo le dedique esas horas a aprender alemán, porque piensa que las lenguas al fin y al cabo sirven para poder comunicarse con el mayor número de gente posible, y que el alemán es mucho más útil con este fin que por ejemplo, el catalán.
Siendo ambas opciones razonables, ¿por qué no dar la opción de elegir a los padres? ¿se tiene miedo a que todos ellos decidan que sus hijos deben estudiar mejor otros idiomas antes que el cooficial? Yendo más allá, ¿por qué no en vez de imponer estas lenguas cooficiales, se intenta convencer a los padres de la importancia de este como preservación cultural, sin entrar en detrimento del español, en vez de imponerlo?
Un modelo similar a este es el que se está siguiendo en el País Vasco, el cual entenderemos las deficiencias que tiene a mi forma de ver, durante la exposición del siguiente punto.
El segundo problema, es que se está sustituyendo en muchos casos el español como lengua de enseñanza de muchas de las asignaturas, lo cual es negativo puesto que en algunos casos no se puede decidir estudiar solo en español, lo cual es malo per se, puesto que todas las personas deberían tener el derecho de estudiar en la lengua que tienen en común con el resto de los españoles, ya que, al fin y al cabo, vivimos en España. Otro caso es que si se de a elegir, como en el modelo vasco, el cual para mi tiene otros problemas como que la educación en una opción sea exclusivamente en euskera, quitando la asignatura lengua castellana, ya que no aporta el mismo nivel de conocimiento de la lengua que una educación en la que la mayoría de su contenido sea en castellano, aunque sí que es cierto que me parece un punto intermedio bastante interesante, siendo consciente de que algunas personas no comparten mi opinión ni mi manera de ver sobre este asunto.
Más allá de todos estos asuntos concretos, hay un asunto clave que tratar, y es que la tendencia actual en España por parte de ciertos partidos políticos es la de buscar los particularismos de cada región, no con el fin de cuidarlos y de compartirlos, sino de utilizarlos para parecer que son más diferentes, más particulares y demostrar que tienen menos puntos en común con el resto de la nación de los que en realidad tienen. Hasta que España no solucione estás tendencias particularistas y diferenciadoras, jamás vamos a entender que la solución a nuestros problemas no pasa por encerrarnos en las diferencias de cada región, sino en encontrar las similitudes que compartimos en primer lugar entre nosotros, que por cierto, son muy numerosas, y en segundo lugar, las que compartimos con el resto de naciones de este planeta que formaron parte del Imperio Español, ya que, queramos o no, nuestro destino está ligado al de ellas, de la misma manera que sus destinos están ligados al nuestro. Y es que, viendo el poco aprecio que se le da al español en ciertas zonas, viendo que en muchos casos ya no es una lengua suficiente para entrar con igualdad de condiciones a un puesto de trabajo, que en algunos sitios ya no se imparte la educación en esta lengua que compartimos con un 7% de la población mundial, y que no usamos esta lengua para formar lazos suficientemente fuertes con Hispanoamérica, ya que la lengua es un vehículo de unión muy poderoso, para ocupar un lugar hegemónico que los herederos del Imperio Español podemos conseguir, en resumen viendo cómo, permitimos impunemente el maltrato a esta lengua, y no le sacamos el máximo provecho que podríamos sacarle, ¿De verdad nos merecemos el español?