Marilena Denisa Micu
Estudiante de cuarto de Economía de la Universidad de Zaragoza y miembro de ADUZ.
Desde pequeños pensamos que la universidad será la mejor etapa de nuestra vida. Tenemos arraigado como sociedad, que en la universidad adquiriremos ciertas habilidades, que vendrán de la mano de la trayectoria profesional con la cual nos decantemos y que nos labrará un futuro mejor.
Tenemos la creencia de que en las universidades nos preparan para ello y, que nada más salir con el título, obtendremos un trabajo que desempeñaremos con total seguridad y confianza, porque al haber estudiado unos 3-4 años de ello, será imposible no hacerlo bien. No obstante, no hay que olvidar alguna que otra frase de algunos profesores que afirman que tendríamos que haber dado algo en la carrera que nunca hemos visto ni de pasadas. Es esto, un ejemplo evidente, de que el sistema educativo está dividido en asignaturas que no se han visto cara a cara entre ellas lo suficiente.
Por otro lado, recordemos la esencia de la institución que es, esencialmente, el principio de crear personas con sentido crítico y capacidad de resolución de problemas o aplicación de soluciones según el modelo que se nos plantee.
La cuestión, por otra parte, es adaptar la enseñanza a la nueva situación imperante, que es el desenvolverse de forma multidisciplinar. Para ello, se debe tener unas cualidades que no en todos los planes de estudios se pueden implantar de forma sencilla. Porque la mayoría de los estudiantes podemos elegir carreras que no impliquen por sí mismas habilidades comunicativas, sociales e informáticas, pero que acaban incidiendo en nuestro futuro. Un claro ejemplo de ello es la habilidad de comunicar de forma efectiva, expresar nuestras perspectivas y afrontar desafíos que muy lejos están de los que vemos académicamente.
La pregunta que aquí se plantea es: ¿Están las universidades organizadas para enseñar competencias que no son fáciles de adquirir? ¿De qué servirán 3 títulos universitarios si ante una entrevista no somos capaces de expresar lo esencial de nuestras cualidades personales? Y, entonces, ¿debemos renovar el sistema universitario y adaptar las asignaturas a los nuevos tiempos o buscar una forma de incorporar asignaturas específicas a estas facetas?
Así pues, el debate está servido.