“A las cinco y media de la mañana en el aeropuerto”. Ese mensaje de WhatsApp torturaba mi mente mientras hacía la maleta a contrarreloj. Apenas dormí porque casi nunca consigo hacerlo antes de los viajes. “Ya dormiré en el avión”. Mentira. Tampoco logro dormir en los aviones. En fin, unos minutillos después de la hora acordada nos encontrábamos en el aeropuerto malacitano para emprender el vuelo que nos llevaría hasta Bruselas. La parte “Cánovas” de la expedición, compuesta por los alumnos de los colegios SEK y Sunny View más Sara Martín y el que escribe estas líneas, estaba en marcha. La otra mitad de los expedicionarios, nuestros amigos procedentes del madrileño Club de Debate Montpellier acompañados por el canovita Ale Ibáñez, se encontrarían con nosotros en la capital belga para, una vez todos juntos, acometer la misión que nos habían encomendado: Visitar el Parlamento Europeo. La invitación de la eurodiputada Beatriz Becerra, que había sido parte del jurado en la final del Torneo Nacional Montpellier de Debate escolar, y la beca proporcionada por la institución comunitaria lo hicieron posible.
Bruselas nos recibió con un tiempo algo desapacible. Hacía frío y lloviznaba. Aún quedaba algo de nieve en las calles más sombrías, fruto del temporal que azotó Europa a finales de febrero. Pero pese a las inclemencias meteorológicas nuestra expedición supo disfrutar de esa primera jornada, en la que Sara Martín, por la que sin duda debe correr la sangre de algún veterano de los Tercios de Flandes, nos guió victoriosamente hasta cada uno de los puntos neurálgicos de la capital comunitaria: Grand Place, Catedral, Parque del Cincuentenario, Edificio de la Bolsa, Atomium, etc. Anduvimos y mucho por aquellas calles bruselenses, sin embargo no carecimos nunca de energía: antes de la conquista nos avituallamos con un producto local al que los nativos llaman “metralleta”, una suerte de bocadillo gigante de carne, verdura… y patatas fritas.
La jornada del lunes amaneció soleada, circunstancia que aprovechamos pues pudimos prescindir de alguna capa de ropa que nos habría hecho más incómodo el objetivo de ese día: La Toma de Gante y Brujas. Y en este caso, Francisco Hernández “Franxy” ejerció de Capitán general de los ejércitos de Flandes y, como hiciera el gran Alejandro Farnesio en el pasado, nos condujo de forma exitosa a través de esas tierras de habla flamenca hasta cada monumento, puente, canal y tienda de souvenirs dignos de ser visitados. En este punto debo decir, que la belleza singular de estos dos enclaves nos dejó con la sensación de que aquella aventura mereció, y mucho, la pena.
Y llegó el martes, y con él la esperada visita al Parlamento Europeo. Podría haber sido otra jornada más de visitas rutinarias pero no, con nosotros de por medio eso es muy difícil. Nos esperaban a las diez y cuarto y allí estuvimos, puntuales, pero… A dos de los nuestros se les olvidó el pasaporte en el hotel: “sin documentación no podéis acceder a un organismo oficial”, les reconvinieron. Y ahí apareció la magia del héroe del día. Alejandro Ibáñez, nuestro particular “Señor Lobo”, pergeñó rápidamente un plan para solucionar el problema: “Rápido. Coged un taxi en la Plaza y zumbando al hotel a por los pasaportes, ¡Vamos!” Así, mientras un servidor acompañaba a nuestros dos despistados indocumentados al hotel, Ibáñez, poniendo todas sus habilidades diplomáticas al servicio de la causa, iba demorando en la medida de lo posible el horario establecido mediante la clásica táctica del largo posado de fotos. Justo es añadir que los ayudantes de la eurodiputada anfitriona hicieron igualmente todo lo que pudieron para esperar a los rezagados. Y raudos llegamos al hotel y veloces regresamos al Parlamento, de modo que, sin mucho retraso, nos incorporamos al tour programado para tranquilidad del gran Ibáñez. Tocaba charla sobre el funcionamiento del Parlamento, de las Comisiones, grupos políticos, etc. Y tras ésta nos trasladamos al enorme Salón plenario del Parlamento Europeo donde nos hicimos los selfies y fotos grupales de rigor para luego, en otra sala de la sede parlamentaria, asistir de público a una muy interesante presentación de un libro sobre el futuro y las incógnitas que el devenir de los tiempos nos irá desvelando. Con este acto concluía la parte institucional del viaje. El mago Ibáñez, Franxy “Farnesio” como Duque de Brujas, Carlota Delso como Condesa de Gante y demás expedicionarios montpellerianos retornaban a suelo patrio. Nos despedimos como hermanos.
Sin embargo, los canovitas malagueños, mediante otro audaz plan de la Oficial exploradora de los Tercios, Sara Martín, y valiéndose de su habilidad para comunicarse en la lengua de Víctor Hugo, consiguió, durante aquella última noche bruselense antes del regreso, un último triunfo colectivo: el gofre de Nutella.