¿Ha perdido la música urbana su carácter crítico?

¿Se ha perdido el característico impacto que tiene la música urbana en la sociedad? Fernando Primo Moreno Rúa, estudiante de Filosofía y Presidente de Babel, analiza la tendencia actual.
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Para poder entender los cambios en las tendencias de la música, es necesario mirar primero a los cambios que ocurren a nivel social, económico y político en la sociedad. No es casualidad que el jazz surgiera a finales del siglo XIX en Nueva Orleans, ni que el Rock n Roll hiciera lo mismo en la década de los 50 en Estados Unidos.
Pero hablemos de música urbana. Para aquellas personas que no están familiarizadas con el 

tema, las palabras hip-hop, rap o freestyle les puede recordar simplemente a esas personas que se visten con ropa de varias tallas por encima de la que deberían, que se gritan mucho entre ellos y que van por ahí con pintas de “malotes”.
Más allá de la veracidad o no de estos clichés, la realidad es que la música urbana es un elemento 

de expresión artística, que nace de las clases más bajas de la sociedad y que ha venido expresando el descontento respecto de la situación social que se vive en esos entornos.La música urbana ha sido siempre contestataria.
Como decía antes, las tendencias musicales van de la mano de los cambios sociales, económicos 

y políticos. La crisis económica, con empleos temporales mal pagados, y tasas de desempleo juvenil de casi el 40% provocó el surgimiento de una nueva tendencia musical dentro de la cultura urbana que hoy casi la domina. El trap. (para aquellos que sigan perdidos, el género musical al que pertenece Cuatro Babys de Maluma).
Hasta este punto no hay ningún problema. El debate empieza cuando nos ponemos a analizar si 

los valores que promueve este nuevo género musical son compartidos o no con los de la música urbana.
A primera vista, lo que permite ver cierto descontento con el orden establecido es la estética de 

los traperos: ropa estrafalaria, tintes en el pelo de fantasía y en general una intención de expresarse como quieran sin atender a normas sociales.
Como todos bien sabemos, no todo es forma y más allá de su estética, los mensajes de sus 

canciones suelen estar muy en contra de la discriminación racial y la xenofobia. Sin embargo, las canciones más conocidas y que reciben más exposición, son aquellas que no tienen una carga política clara y que profesan valores completamente contrarios a los del movimiento de la cultura urbana.
Ante esta cuestión hay quien dice que cada artista posiciona su obra en el sitio que quiere dentro 

del espectro, y que el trap sí que tiene carga política, pero es una carga política implícita. Aceptan que el trap asume el discurso dominante de las élites, un discurso machista, clasista, individualista y de capitalismo extremo. Pero que, al estar posicionándose -independientemente del lado del que lo haga-, es crítico en tanto que está cuestionando el paradigma por el que se rige la propia cultura urbana, cosa que no se había hecho nunca hasta ahora.
Sea o no sea bueno que se profesen estos valores concretos, la realidad es que estas canciones 

se han vuelto mainstream y todos las podemos escuchar en las discotecas (aquel que no haya bailado Mala mujer de C. Tangana, Felices los cuatro de Maluma o Ahora soy peor de Bad Bunny que tire la primera piedra).
Ahora bien, cómo afecta la comercialización del género a su desarrollo a nivel musical.
La comercialización del género ha hecho que su desarrollo esté muy influenciado por el 

consumidor.
Todos sabemos que hay música para todo. Cuando estamos tomando unos refrescos en nuestra 

discoteca preferida con los amigos queremos música que sea acorde a esa situación. Música bailable, con un buen ritmo, no hace falta que la canción tenga un mensaje profundo. Basta con que sea pegadiza y que nos lo haga pasar bien.
El trap, que es muy joven como género musical, todavía está evolucionando y puliéndose. El 

hecho de que se haya visto sometido a una comercialización muy grande en tan poco tiempo, lo que ha provocado en gran medida que queden en segundo plano aquellas canciones de trap que sí que tienen una complejidad lírica reseñable, y que explotan las opciones que el género puede brindar.
La consecuencia directa de esto es que, a ojos de la opinión pública, el trap sea una música que 

no es en absoluto progresista.
Habría que ver si el hecho de que artistas desconocidos desarrollen el potencial del género 

compensa o no la crítica que recibe el trap en la sociedad.
Sea como fuere, el debate está servido.

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