¿Pueden convivir el BP y el Académico?

El mundo del BP y el del Académico han estado chocando en silencio durante mucho tiempo. Esta semana Guillermo Serrano, estudiante de Derecho y ADE, nos habla sobre su convivencia.
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El BP ha superado al Académico en muchas, incontables características. Y no porque el formato patrio no permita todas esas maravillas que ofrece el BP; el anglosajón nos ha superado, simple y llanamente, por incomparecencia del contrincante.
   El titular está mal escogido, por supuesto. Si fuese una pregunta de BP, estaría sesgada (y mucho) para Oposición. Stricto sensu, claro que pueden convivir; pueden y, de hecho, lo hacen. Si fuese una moción de BP estaría sesgada, pero lo cierto es que si fuese una pregunta de Académico sería válida. Hace un tiempo un amigo me pidió consejo sobre el tema de debate que quería poner en su torneo y le respondí eso mismo, que estaba desbalanceada. «Mira, aquí ya hay como tres respuestas intuitivas que dejan súper descompensado el A Favor». El drama vino cuando me respondió: «Ya, bueno, pero eso da igual, ¿no? Esto es Académico».    Una pregunta de Académico no debería ser sinónimo de descompensación, pero el problema (cada vez más) es que lo es. El BP ha superado al Académico en muchas, incontables características. Y no porque el formato patrio no permita todas esas maravillas que ofrece el BP; el anglosajón nos ha superado, simple y llanamente, por incomparecencia del contrincante.
   Si se pudiera señalar una fecha de nacimiento real del BP en España diría que fue en julio de 2013. No soy historiador y sé que lo que estoy diciendo no es completamente exacto; que en Extremadura, por ejemplo, llevaban tiempo no solo impartiéndolo sino compitiendo fuera de nuestras fronteras, lo que me parece un trabajo que no ha sido suficientemente aplaudido, o que gente como José García vieron nacer CMUDE. Pero creo que si hubiera que marcar una línea imaginaria donde decir “a partir de aquí empieza de verdad” como fenómeno nacional sería en CMUDE 2013, en la Universidad Complutense de Madrid. ¿Qué ha ocurrido para que un formato, en apenas cuatro años, acapare el imaginario colectivo y deje tremendamente herido a otro, no solo nacional sino con… ¿veinte, treinta? años de recorrido?   Seguramente la respuesta cambiaría en función de a quién le preguntase. Unos dirían que la variedad de temas es un atractivo grande, el no tener que debatir durante dos días y tres, cinco, ocho rondas la misma pregunta. Otros dirían que el no tener que preparar es un plus increíble; creo que aquí todos los que hacemos BP a un nivel competitivo lo suficientemente grande como para tomar realmente en serio el formato nos solemos reír por dentro cuando alguien dice esto («ojalá tuviese que preparar EUDC como preparo un académico», pensamos). Luego tenemos las respuestas del-fondo-y-la-forma: «En BP no importa la forma» y «En Académico, quien mejor habla es quien gana» son mantras preciosos pero, a mi entender, también erróneos. Por otro lado, que BP cuente con un circuito internacional consolidado, mientras que Académico no, sí me parece una contestación válida; no creo, aun así, que la mayoría (por no decir la inmensa mayoría) los debatientes tengan una motivación real de competir fuera de España, así que, aunque válida, no considero que tenga demasiado peso cuando intentamos analizar el pensamiento global de los debatientes españoles.   Luego está la respuesta enfocada a los jueces. Los jueces de BP vs los jueces de Académico. Los ballots para que los debatientes puntúen a los jueces. El CA que realiza un seguimiento del resto de jueces, que les coloca de principales o de trainee según vaya siendo su desempeño en el torneo. Y los jueces de Académico. Los jueces que dejaron de debatir hace diez años. Los jueces que nunca han hecho debate. Y mis favoritos: los jueces-expertos-en.Vaya por delante que considero que hay jueces que dejaron el debate hace años y que siguen siendo excelentes, pero creo que gran parte de esa calidad se debe a que han seguido teniendo un ojo puesto en este mundillo, han seguido su crecimiento y hacia dónde han ido las tendencias. Por otro lado, creo que tener gente que una década después sigue unida a este mundo es maravilloso, pero también creo que tenemos una responsabilidad (como jueces, como debatientes, como organizadores) de exigir unos mínimos. El debate, incluso dentro de Académico, ha cambiado muchísimo en unos pocos años y debe exigirse a los jueces que valoren en torno a los estándares en vigor. Igual que un juez de silla en un Masters 1000 no puede dejar de utilizar el Ojo de Halcón «porque en mis tiempos no lo hacíamos así» no podemos permitir que se valoren debates en torno a determinados estándares «porque así era como lo hacíamos entonces».   Algo similar sucede en torno a los jueces-expertos-en. Creo que el nombre es bastante claro sobre a quiénes me refiero, pero, por situarlo, el término jueces-expertos-en hace referencia a ese tipo de jueces que hacen acto de presencia en Académico: «Guillermo Guillérmez, consultor de negocio de Gran-Empresa-Increíble, S.A., experto-en-comunicación», «Mariano Aznar-Zapatero, eminente filósofo, experto-en-fondo de esta pregunta, la reforma de impuestos en Madrid, porque es madrileño». No son caricaturizaciones (quitando, vale, los nombres); son experiencias reales que yo he (y creo que prácticamente todos hemos) vivido. No quiero menospreciar sus conocimientos o su profesionalidad: estoy convencido de que son excelentes personas y grandes trabajadores, con buenas cabezas y mucho esfuerzo a sus espaldas. Pero creo que llamarles para que juzguen un torneo de debate es un error. Generalmente el razonamiento para solicitar la presencia de los jueces-expertos-en suelen ser (a) conocimiento del tema (generalmente irrelevante, aun así ahora entraré a ello) o, muy comúnmente, (b) publicidad del evento. Y esto último es muy loable, y es maravilloso, pero creo que parte de un error de base. Seguramente tener a Barack Obama de árbitro en un Madrid-Barça de final de Champions dé una publicidad enorme («¡el expresidente de Estados Unidos, un Nobel de la Paz, el tío-ese-que-al-final-sí-nació-en-Hawai es mi árbitro!»), pero es una decisión tan nefasta como impensable: el fútbol es una competición, con unas reglas, unas pautas, y en la que se precisa una experiencia y know-how. En bádminton sucede lo mismo y en tenis y en cualquier competición que uno pueda pensar (quiero decir, hasta en las partidas profesionales de las cartas Magic se requieren árbitros colegiados). Pensar que en un torneo de debate cualquier persona, con independencia de su experiencia en esta competición, puede juzgar no solo es contraintuitivo: también es un ataque al propio debate. Mientras sigamos pensando que cualquiera está capacitado para juzgar («a fin de cuentas solo es hablar en público, ¿no?») estaremos menospreciando esto; mientras no nos tomemos en serio a nosotros mismos, a nuestro alrededor, y empecemos a valorar que esto  es una competición y que debemos exigir unos mínimos, nosotros mismos estaremos aceptando que, al final, esto solo va de hablar, de hablar bonito, de pasar el rato un sábado por la tarde porque no tengo planes. Si no nos tomamos en serio nosotros, nadie lo hará. Y con esto respondo también a los jueces-expertos-en con conocimiento del tema: está bien, es genial, pero peca exactamente de lo mismo. Si los jueces no saben lo que es el debate, cómo funciona, cuáles son sus reglas y convenciones, bajo qué estándares asignar puntos (ay, los puntos de orador, los ítems, ¿dejamos eso para el próximo día?), ¿cómo podemos asumir que están preparados para valorar una competición? Obama te puede caer genial o fatal, puede darte mucha promo o ninguna, pero no está capacitado para arbitrar una pelea de boxeo.
   Hay muchas, muchas respuestas a por qué el BP ha desbancado (¿está en proceso?) al Académico. Y, sin embargo, hay una que nunca, o muy muy raramente aparece, y creo que es la única correcta y también la más complicada: porque nosotros lo hemos permitido. 
   Oh, sí, sin duda. «Los jueces son horribles en Académico». «Es que BP lleva menos tiempo de preparación». «Es que BP permite a personas que no hablen bien poder hacer buenas intervenciones». «Es que el Académico es como George Bush, que por donde pasa huele a azufre». Echar la culpa a un formato es súper cómodo. Pensar que aquellas personas que prefieren Académico es porque son viejas y no se quieren adaptar es tan fácil que casi resulta aburrido. Pero no por ello es cierto. Estoy de acuerdo: seguro que hay personas que rechazan el BP por el mero rechazo a lo nuevo.     ¿Y?   El “Académico” no es un ente inteligente cuya misión vital es acabar con la calidad del debate. El-horrible-Académico son una serie de palabras escritas en un folio que suele llevar por nombre Reglamento del torneo. Ni más ni menos. Si solo hay una pregunta en todo el Torneo es porque la Organización lo ha decidido así, pero ejemplos al contrario (véanse los torneos de la Francisco de Vitoria) hay. Echar la culpa de la falta de profundidad lógica a una serie de palabras es faltar a la verdad: si los razonamientos son pobres no es porque el formato haga que sean pobres, sino porque las escuelas, los jueces, los preparadores exigimos menos a los debatientes que en BP. La responsabilidad es nuestra.   Exigir evidencias no es malo, no es horrible. En BP se utilizan, de hecho, aunque no se precise sacar físicamente el papel. Cuando siendo Líderes de Oposición respondemos que la situación en Somalia no es idílica porque Al-Shabab ha destrozado el país estamos aportando datos. Cuando decimos que la tasa de suicidios entre la comunidad LGBT es significativamente mayor que entre la población heterosexual estamos aportando datos. Y cualquier persona que se enfoque en el BP a un nivel realmente competitivo responderá que, sin ningún tipo de duda, el conocimiento general (incluso a un nivel más profundo que superficial) y los datos son una herramienta clave para poder ganar debates. Pensar que las evidencias reducen la “calidad” de un debate significa no entender realmente esto. Sin duda, pensar que una evidencia sustituye a un argumento, como desgraciadamente sucede mucho en Académico, es un error, es (generalmente) caer en un ad verecundiam de manual. Pero, nuevamente, el error cae de nuestro lado: mientras no exijamos (¡y enseñemos!) que una evidencia no hace un argumento, sino que lo complementa, el error persistirá y, como desgraciadamente sucede, se institucionalizará. No se me olvidará un debate que vi en el que cada uno de los equipos trajo una evidencia de un filósofo que (¡oh, sorpresa!) se contradecían mutuamente, y una persona de uno de los equipos soltó un precioso «bueno, filósofo contra filósofo, se anulan entre ellos». Y nos llevamos las manos a la cabeza y hacemos bromas sobre ello y culpamos al debatiente, cuando la culpa es nuestra, de quien le enseña, de quien le juzga, de quien le exige. Si seguimos aceptando eso «porque, bueno, es que Académico es así», mientras enseñemos a la gente que BP requiere de mucho menos trabajo que Académico, mientras nosotros mismos nos convenzamos de que Académico es inherentemente malo, que BP es naturalmente superior, nada cambiará.
   Se suele decir que Académico y BP potencian cosas distintas. Es cierto, o al menos seguramente lo sea. Es posible que en BP se valore más el fondo que la forma (aunque, creo, que la forma sí es relevante; creo que la forma hace que tu discurso sea más claro, más convincente, creo que no es un factor diferenciado pero  completamente interdependiente con el fondo), es posible que Académico valore más la forma que el fondo. Es posible. Pero no por ello hace que uno sea superior a otro. Creo que cuando un formato no solo es apreciado, sino que es implantado en un tercer país (holi y besos enormes, México) seguramente tenga algún atractivo. La calidad de fondo debe ser exigida en ambos formatos. La inteligencia, la profundidad de análisis debe ser exigida en los dos. Y es posible que aquí alguien diga «¡es que en BP hay más tiempo, por eso los análisis son mejores!», como si en BP sí hubiese tiempo suficiente (¡ojalá!). Aun así, si ese es el “gran fallo” de Académico, tal vez la respuesta sea ampliar un poco más el tiempo de las intervenciones (¿A cuánto? Es posible que ese sea un debate a tener, pero lo que es seguro es que es una solución que está en nuestras manos y que, de nuevo, la responsabilidad es nuestra). En ambos formatos se pueden alcanzar niveles de excelencia. Negarnos a ello es cerrar los ojos. Es echar balones fuera. Es culpar a terceros y desentenderse. Pero la excelencia sí es posible.   Con todo el amor del mundo, permitidme que ponga un ejemplo. Aprecio y respeto enormemente a Javier Alberite, como persona y como debatiente. Creo que tiene una cabeza excepcional, que tiene unos conocimientos increíbles y, por desgracia comparativa para mí, que viste mucho mejor que yo. Ha ganado torneos de BP (más que yo), suele estar dentro de los top de oradores (más que yo), y, sin embargo, creo que la mejor Conclusión de Alberite es cualitativamente superior a su mejor intervención en BP. Eso no lo hace ni mejor ni peor, solo muestra que la calidad existe, pero solo si se desea exigirla. Y adivinad: ¿quién está en posición de hacer esa exigencia? Nunca Creerás La Respuesta Que Dio, A Mí Me Sorprendió. Sí, nosotros.   Mientras no nos tomemos en serio, nadie lo hará. Mientras no exijamos preguntas no sesgadas, nadie las pondrá. Mientras nos conformemos con jueces que no comprenden que esto es una competición, nada será distinto. Académico tiene innumerables errores, pero la única razón real por la que falla es porque nosotros lo permitimos. Porque nos convencemos de que es así. Porque echamos la culpa a las frases escritas en un papel llamado Reglamento. Porque nos quejamos del sistema de ítems, pero no hacemos nada por cambiarlo. Porque no exigimos, porque no nos exigimos. Académico falla porque nosotros fallamos. ¿Pueden convivir BP y Académico? Seguramente. ¿Queremos que convivan? Esa es la pregunta que tenemos que decidir responder. Pero mientras nos encerremos en la inacción nada cambiará.
   Hace poco me decían que seguramente yo estuviese en el Top 3 de haters del debate español y, por inclusión, del Académico. No sé si estaré en el Top 3, en el Top 5 o en el Top 10. Pero creo que no estar de acuerdo con algo no nos legitima a darle la espalda, a encerrarnos en nuestras convicciones y a negarse a cambiar las cosas. Creo que, precisamente, eso va en contra de todo lo que tratamos de fomentar con el debate. Y aunque muy seguramente esté en alguno de esos Top Haters, creo que lo mínimo que debemos a este circuito es tratar de aportar una crítica, constructiva a poder ser. Tampoco pienso que sea una tarea titánica: a fin de cuentas, lo hacemos todos los fines de semana, ¿no?
Creo que después de este artículo me vais a dar por todas partes. No me importa.
Muy orgulloso de ser debatiente. Muy orgulloso de proponer.

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