“Si la moral representa un mundo ideal, la economía representa el mundo real”. Steven D. Levitt.
Los detractores de subir los impuestos afirman que la bajada de éstos provoca un incentivo en el crecimiento económico. Muestran la idea liberal basada en la oferta y la demanda, donde el poder estatal debería reducirse a controlar que se cumplan las “reglas del juego”. Pensemos en una empresaria con éxito, la cual consigue que su negocio funcione bien. El dinero en cuestión de sus beneficios lo reinvertirá en el negocio, pero si tiene que pagar al Estado una cuantía de impuestos, esta inversión se reduce en la misma cuantía en la que se incrementan los impuestos, es decir, la inversión sería menor y por consiguiente se ralentizaría la actividad económica. Ahora bien, si no se le quitara esa cuantía, ¿lo reinvertiría en la empresa tal y como dice esta teoría? o, por el contrario, ¿el único efecto sería incrementar la riqueza individual?
Los partidarios de esta subida de impuestos se basan en dos cuestiones; la escasa movilidad del factor trabajo y el incremento del rendimiento del capital no ligado al del factor trabajo. ¿Esto qué produce?
En primer lugar, el libre mercado no funciona como debería, puesto que aquellos que se quedan sin trabajo, fruto de la destrucción creativa (desaparecen unas empresas por otras más competitivas), no llevan a cabo una movilidad geográfica. Pongamos un caso, la producción de DVD ha quedado obsoleta y, por ende, esta industria junto a sus trabajadores tiende a desaparecer, sin embargo, aparecen otras empresas dedicadas a la producción de USB, lo que implica, en términos de libre mercado, que los trabajadores que quedan en paro deberían cambiar de lugar, de trabajo, o de ambos y esto no está ocurriendo.
La segunda cuestión produce una desigualdad, ya que los grandes tenedores de capital incrementan su riqueza individual a mayor ritmo que lo hacen los salarios que pagan a los trabajadores, esta sería una de las respuestas a por qué cada vez el mundo es más desigual. Así pues, una subida en los impuestos a las grandes fortunas podría ayudar al Estado a aplicar políticas redistributivas que incentiven la movilidad de los trabajadores y contrarresten la evolución desigual de los factores. Aplicar esto supone trabajar más en lo moral que en lo económico, pero ¿estamos preparados como sociedad para esa dicotomía?
Así pues, el debate está servido…