¿Responde la educación como instrumento de cambio social?

No cabe duda de que vivimos en una época en la que se están dando grandes transformaciones sociales. Transformaciones, que muchas veces se atribuyen a la formación educativa de las nuevas generaciones. Sin embargo, en la educación influyen más aspectos de los que la gente está dispuesta a reconocer, y sobre ellos ha decidido hablarnos Tamara Ordóñez, estudiante del doble grado de Educación Infantil + Primaria y Presidenta del Club de Debate SAFA.
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No cabe duda de que vivimos en una época en la que se están dando grandes transformaciones sociales. Transformaciones, que muchas veces se atribuyen a la formación educativa de las nuevas generaciones. Sin embargo, en la educación influyen más aspectos de los que la gente está dispuesta a reconocer. 

Bien es cierto que el proceso educativo tiene una influencia vital en el desarrollo social de las personas, procurando desarrollar sus máximas potencialidades. Es por esto que el desarrollo social se ve muy influenciado o depende de la calidad educativa que se les ofrezca a las nuevas generaciones. 

Un punto clave a favor de esta cuestión sería el hecho de que una de las finalidades de la educación es formar personas críticas, que puedan pensar por sí mismas y cuestionar su realidad, para que no sean gobernados por el miedo, las modas o los comportamientos sociales más extremos, de manera que se favorezca un cambio social. 

Además, la escuela es uno de los principales agentes de socialización para los/as niños/as. En esta se aprende a vivir en comunidad, pero también se trabajan habilidades como la empatía, el perdón o la reconciliación, logrando que los estudiantes adquieran actitudes y comportamientos más pertinentes para construir una sociedad más sana. Y no solo eso, sino que, si educamos un alumnado con mayores y mejores habilidades, éste hará que en el futuro haya menos desigualdad social en términos de acceso a oportunidades a lo largo de la vida. 

Sin embargo, debemos ver más allá y cuestionarnos si esta es la verdadera finalidad del sistema educativo. 

La educación no forma a las personas de forma aislada sino dentro de una determinada sociedad, de ahí que esta sea una institución creada por la sociedad con el fin de perpetuarse. Es decir, el sistema educativo se constituye con la finalidad específica de reproducir en los/as alumnos/as los valores, las actitudes, los conceptos y las normas de dicha sociedad.

Desde este punto de vista, veamos el sistema educativo como una fábrica. En esta, los alumnos pasan por una cadena de montaje, en la que curso tras curso se le añaden los patrones determinados por el Estado para asegurar su propia supervivencia. Aquellos alumnos que no cumplan con los criterios oportunos son desechados fuera del sistema educativo, siendo directamente clasificados como personal no cualificado. 

Aquí entraría en cuestión el currículum oculto. Este se basa en el reconocimiento de que los estudiantes absorben lecciones en la escuela que pueden o no ser parte del curso formal de estudio, por ejemplo, qué ideas y comportamientos se consideran aceptables o inaceptables. Generalmente no es reconocido ni examinado por la comunidad, ya que a menudo es el status quo aceptado, por lo que se supone que estos mensajes “ocultos” no deberían cambiar. La única forma, por tanto, de cambiar esto sería que los profesionales de la escuela tomen conciencia y se pregunten qué tipo de sociedad deberían fomentar. 

Así pues, el debate está servido. 

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