¿Deberían eliminarse los exámenes durante la Educación Primaria?

Nuestra querida Laura González, miembro del Equipo de este periódico, debatiente en Cánovas Fundación y estudiante de Derecho y ADE en la Facultad de Málaga, nos trae a debate la pregunta que todo estudiante se ha hecho alguna vez en su vida. ¿Qué crees tú?
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La educación es uno de los pilares fundamentales para conseguir el desarrollo de un país. Con un buen sistema educativo se pueden alcanzar importantes logros como la reducción de la pobreza o la consecución de la igualdad de género y la paz.

Países como China, Canadá o Finlandia se sitúan en la cúspide de la educación en todo el mundo. Sus sistemas educativos apuestan por una mayor creatividad y reflexión de los estudiantes frente a la memorización, de manera que estos puedan aprender de una forma más dinámica que les permita experimentar una menor presión durante sus primeros años de contacto con el mundo de la educación. Por ello, estos países ponen en práctica medidas como la prohibición de exámenes a niños menores de 9 años y la supresión o limitación de las tareas extraescolares, así mismo, optan por la reducción de los contenidos y el uso de proyectos como sistemas de evaluación.

Sin embargo, los exámenes con notas numéricas siguen siendo la principal medida calificativa en las instituciones educativas de todo el mundo, por lo que es interesante plantear la siguiente pregunta:¿es una alta calificación sinónimo de aprendizaje?

Un sistema basado en exámenes da lugar a una mayor competitividad entre los alumnos, lo que tiene como resultado un gran esfuerzo para alcanzar su objetivo, obtener la más alta puntuación. Pero también conlleva a un mayor estrés y presión por lograr determinadas notas y cumplir con las expectativas esperadas, no solo por los propios estudiantes sino también por profesores, familias, compañeros… lo que supone que los alumnos dejen de lado el verdadero objetivo que debe perseguir todo sistema educativo, el APRENDIZAJE.

La educación primaria es la base para el resto de ciclos educativos del alumno, puesto que es en ella donde los pequeños adquieren las habilidades y conocimientos básicos, así como los valores para su desarrollo personal. Por ello, es muy importante que el aprendizaje en esta etapa sea real, es decir, que los alumnos sean capaces de implicarse en el mismo, que observen, atiendan y reflexionen, de tal manera que esos conocimientos sean definitivos y el alumno pueda hacer uso de ellos durante toda su vida, no sólo en su vertiente formativa.

El hecho de que el alumno haya alcanzado una determinada nota en un examen no permite conocer si su método de estudio ha sido la comprensión o la mera memorización, es decir, si ha aprendido o no y, en definitiva, si el sistema educativo ha cumplido, o no, con su función.

Por otro lado, surge el interrogante sobre si las alternativas existentes podrían mantener el nivel de esfuerzo, dedicación y competitividad, pero, ¿debemos conformarnos con el sistema actual simplemente porque no hay una alternativa que lo mejore en su totalidad?

Quizás es el momento de seguir los pasos de los países que apuestan por la evolución de la educación, por una mayor implicación de los estudiantes y por el esfuerzo encaminado a aprender y no a aprobar.

Así pues, el debate está servido.

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