Buenos días, Alec. Para quienes todavía no te conocen mucho, ¿podrías contarnos cómo entraste en el mundo del debate y qué impresión te dio al principio?
Claro. Empecé en el mundo del debate el año pasado, cuando estaba en segundo de carrera. Entré a través del club de mi facultad, que en ese momento era más un club de oratoria general que de debate académico propiamente dicho.
Comencé participando en el torneo interno, y vi que me gustaba bastante. Gracias a esa experiencia, pudimos acudir a algunas competiciones externas: un torneo en la Universidad Carlos III y otro nacional en la Universidad Pontificia de Salamanca.
A raíz de esas experiencias, me di cuenta de que el debate era algo que realmente me apasionaba y sentí la necesidad de aportar mi granito de arena. La Junta Directiva de aquel momento me explicó en qué consistían sus labores, me pareció una oportunidad muy interesante y decidí postularme para presidente del club. Por suerte, salí elegido.
Este año mi rol ya no ha estado tan enfocado en el debate como tal, aunque sí he podido participar en un par de torneos. Ahora mis responsabilidades se centran más en tareas de gestión, organización y en fortalecer el club desde dentro, algo que también disfruto mucho. Todo va en la línea de aportar al crecimiento del debate en nuestra universidad.
¿Qué sentiste cuando te dijeron que ibas a liderar SDV?
La verdad es que sentí, sobre todo, mucha gratitud hacia la gente que me había elegido. Nos presentamos tres candidatos y, sinceramente, no las tenía todas conmigo respecto a salir elegido.
De todos modos, los tres que nos presentamos acabamos formando parte de la Junta Directiva: yo como presidente y las otras dos candidatas en otros cargos. Si hubiera sido al revés, también habría estado encantado de trabajar desde cualquier puesto.
Yo sabía que quería aportar, fuera en el cargo que fuera. Así que, aunque fue una sorpresa agradable, no me resultó especialmente chocante haber sido elegido presidente.
Antes has mencionado que ahora llevas a cabo más labores administrativas. ¿Echas de menos debatir?
Un poquito, la verdad.
Este año he tenido la suerte de poder participar en dos fechas, una en Madrid y otra en Barcelona, y las he disfrutado muchísimo. Pero sí que es cierto que me habría encantado poder debatir en el torneo interno también.
Claro, al ser uno de los organizadores, ya no puedo competir en él, y además, mi prioridad ahora es que otros socios tengan su oportunidad de participar.
De todas formas, el año que viene me voy de Erasmus, así que ahora mi objetivo principal es dejar una buena base para que la persona que me releve tenga material y estructura sobre los que seguir construyendo.
Creo que muchos presidentes de clubes de debate se sentirán identificados contigo. En ese sentido, ¿qué sería para ti dejar unas bases bien asentadas?
Para nosotros este año ha sido clave enfocarnos en dos grandes pilares: aumentar el número de socios y fortalecer las relaciones institucionales.
Hemos conseguido pasar de tener entre 50 y 60 socios a más de 140, lo que consideramos un logro enorme. Además, hemos trabajado en establecer buenas relaciones tanto dentro de la universidad, con las distintas facultades, como fuera de ella, con instituciones externas.
En ese sentido, el 8 y 9 de mayo vamos a organizar un torneo en las Cortes de Castilla y León, un evento muy importante para nosotros. La idea es que esta relación con las Cortes, el Ayuntamiento y otras entidades pueda consolidarse y prolongarse en el tiempo.
Así que, en resumen, me gustaría dejar como legado un club fuerte en número de socios y con alianzas institucionales sólidas.
Como debatiente, seguro que tienes alguna anécdota curiosa. ¿Nos puedes contar alguna?
Sí, claro.
Recuerdo especialmente mi primera vez en un torneo nacional, en la Universidad Carlos III.
Venía de quedar finalista y segundo mejor orador en el torneo interno, así que, junto a compañeros que habían ganado, íbamos bastante confiados.
Sin embargo, en el primer debate nos tocó enfrentarnos al equipo anfitrión, liderado por Óscar y otros grandes oradores, y nos dieron una auténtica paliza.
El sistema de puntuación era bastante peculiar: era muy difícil sacar más de un 7,5 y también muy difícil bajar de un 2,5. Pues bien, nosotros logramos algo casi imposible: sacamos menos de un 2,5. Fue un jarro de agua fría tremendo, pero también una experiencia de muchísimo aprendizaje.
Supongo que a raíz de esas experiencias también habrás desarrollado técnicas para mejorar. ¿Cuál dirías que es la mejor técnica para hacer progresar a un orador, especialmente a un debatiente?
Sin duda, la práctica constante.
Desde el club siempre intentamos priorizar la práctica por encima de todo. Las formaciones teóricas están bien y, por supuesto, las impartimos, pero sinceramente, cuando yo las recibía me resultaban menos efectivas que la práctica real.
Por eso creemos que lo fundamental es practicar, practicar y practicar.
Si no se puede competir en torneos grandes, porque a veces no hay fechas suficientes o los recursos son limitados, organizamos ligas internas más informales o pequeñas sesiones de debate. En esas sesiones improvisamos temas, a veces en formato BP, pero siempre con la intención de mantener el espíritu académico.
Así que esa sería mi recomendación principal: no parar de practicar.
¿Tienes algún referente en el mundo del debate?
Mas que un referente único o un ídolo, diría que hay personas que admiro mucho y de las que intento aprender todo lo que puedo.
Por ejemplo, Óscar, que mencionaba antes, siempre me ha impresionado muchísimo cuando le he visto en torneos. También está Álvaro, de la Universidad de Comillas, que este año ha sido nombrado el mejor orador del mundo.
Aunque ahora no recuerdo su apellido, estoy seguro de que es fácil encontrarlo porque ha tenido un reconocimiento enorme recientemente.
No tengo referentes en plan «ídolos», pero sí me fijo en aquellas personas que lo hacen mejor que yo para intentar mejorar aprendiendo de ellas.
Por último, una pregunta que nos encanta hacer en este medio: ¿qué consejo le darías a un orador totalmente novato?
Mi consejo sería muy sencillo: que se lance.
Es normal sentir respeto o incluso miedo la primera vez que uno habla en público, pero la clave es no dejarse paralizar.
Que aproveche todas las oportunidades que tenga para hablar, aunque sean cinco minutos en lugar de dos. Que siempre intente hablar más, participar más, equivocarse más y aprender más.
Cada experiencia suma, incluso (y sobre todo) las que salen mal.
Así que eso: que se lance sin miedo y aproveche cada oportunidad que se le presente.
Muchísimas gracias, Alec. Ha sido una entrevista muy interesante.
Gracias a vosotros, ha sido un placer.