Ana Fernández

Hoy nos acercamos hasta Ana Fernández para hacerle unas preguntas sobre este mundillo. “Eso del debate pinta bien” fue como entró en el mundo gracias a una amiga. Ahora, podríamos considerarla una gran oradora que ha ido cogiendo experiencia en todos los torneos.
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Bueno Ana, como siempre y desde el principio: ¿Cómo entraste al mundo del debate?

Si soy sincera, mi entrada en este mundo no fue intencionada. Accedí a ir a una formación por insistencia, pero no por iniciativa propia. Una compañera me pidió acompañarla porque “eso de debate pintaba bien”. 

Yo venía de un pueblo pequeño donde esta cultura era inexistente y, para mí, totalmente desconocida. Y quizás por eso mismo, porque no me había creado expectativa alguna, me sorprendió tanto lo que vi: inteligencia, oportunidad y respeto. Por eso, seis años después, Dilema sigue siendo mi casa.

Y después de estos seis años, ¿cuál consideras que es tu mayor logro dentro de este mundo? Y como oradora, ¿en qué punto crees que te encuentras?

Se me hace muy difícil pensar en mi mayor logro, porque creo que todo lo que he conseguido nunca ha sido individualmente. Pero en todo caso, estoy segura de que es haber aprendido a escuchar y a ser paciente. Tanto es así que hice caso a las “buenas lenguas” y vi por primera vez la saga de Star Wars. ¡Cómo no va a ser eso un logro! 

Como oradora, creo que el debate de competición ya me ha proporcionado las herramientas que quería y necesitaba. Ahora es momento de aplicarla en otros sectores de mi vida y dejar espacio a las nuevas generaciones.

Cuéntanos un poco tu mejor y tu peor experiencia en el mundo del debate.

Mi trayectoria en debate ha estado marcada por experiencias increíblemente buenas, por lo que escoger una sería muy injusto para la cantidad de días que he pasado entre atriles. Por mencionar algunos casos y aunque parezca obvio por ser el torneo de la casa, mi Tres Culturas fue irrepetible, no sólo porque nunca más pudiera volver a participar, sino porque de haberlo hecho no podría haberlo superado. Otra de mis mejores experiencias fue haber creado UCOmun junto a mi gran amigo José Ruz. Creo que Córdoba necesitaba seguir creciendo y este modelo fue el empujón definitivo.

Y si tuviera que escoger una experiencia más reciente, sería sin duda el Torneo de la Universidad Francisco de Vitoria porque lo viví sabiendo que sería el último torneo en el que participaría como debatiente, y eso, siempre se queda en la retina.

Por desgracia, la peor también la tengo muy clara. El debate es una herramienta increíble pero, si somos críticos, el mundo del debate deja, a veces, mucho que desear. Siendo yo jueza principal en una sala, un juez panelista que tenía que puntuar mi labor decidió justificar su nota con el siguiente argumento: “Para lo maja que es sonríe muy poco. Da el feedback muy seria”. 

Jamás he visto que a un juez, hombre, se le exigiera sonreír más dando un feedbak. Sin embargo a mí, consideraron justo bajarme a panelista, no por la calidad de mis análisis, sino porque para ser una chica no soy tan dulce como el machismo espera.

¿Crees que le falta o le sobra algo al debate? Si es así, explícanos qué.

Mi máxima siempre ha sido que el debate es increíble pero que el mundo del debate, a veces, deja mucho que desear. 

Creo que una lacra que arrastra el debate, por mucho que traten de negarla, es el amiguismo y la parcialidad. Es el hecho de ver a equipos perder injustamente debates, de pedir feedbacks y escuchar excusas y de vivir deliberaciones que sin razones exigen que se clasifique un equipo y no otro. 

Si bien es cierto que a veces nos cuesta ser objetivos con un mal resultado y podemos pensar cualquier cosa, hay momentos en los que la frustración de muchos equipos está más que justificada. Ajuste de cuentas de viejas glorias; “x” juez amigo de “x” debatiente; clubes hermanos que siempre ganan sus respectivos torneos, etc. 

Por esto, la competitividad se vuelve tóxica muchas veces, porque el revanchismo hace que debatas con un fin superior: hacer daño.

¿Te sigues viendo en un futuro dentro de este mundillo?

No solo no me veo en un futuro dentro de este mundo, sino que me alegro enormemente de no hacerlo. Creo que para todo hay un momento en la vida y que un orador comprometido tiene que pasar por tres fases: debatir, formar y juzgar, y saber retirarse.

Primero tienes que empaparte de todo lo que este mundo puede ofrecerte; en segundo lugar, es justo devolverle al debate el favor de haberte convertido en quien eres y ayudar para que siempre haya generaciones con las mismas inquietudes; y en tercer lugar, dejar el ego aparte y aceptar que si vives del debate y no para él, estás desvirtuando su esencia.

Una retirada a tiempo es una victoria y a mi no me gusta perder.

Cuéntanos cuál ha sido la moción o pregunta que más te ha gustado a la larga de este tiempo. ¿Podrías formularnos tú una propia?

La pregunta más ilusionante a la que me he enfrentado ha sido “¿Es la música un elemento fundamental en la educación?” Fue el tema de la primera edición del nacional de Babel y, hasta ese momento, para mí era muy raro no encontrar argumentos jurídicos o económicos en un torneo. La recuerdo con cariño porque fue innovadora, reflexiva y, siendo sincera, porque me permitió el placer de hacer un exordio cantado.

Por otra parte, he pensado mil veces sobre qué me gustaría debatir y creo que raramente se tratan la cultura o las disciplinas artísticas como temas. De manera que podría ser interesante alguna pregunta o moción sobre la necesidad o no de sacrificar su inversión en pro de otras ayudas.

¿Cuáles son o fueron tus ejemplos a seguir en el mundo de la oratoria?

En cuanto a evolución se refiere, me quedo sin duda con Sabrin Yermak. La conocí en Salamanca hace ya casi cinco años y su evolución ha sido impecable. De sufrir con sus intervenciones ha pasado a ser, en mi opinión, una de las estrellas de este mundo.

Otro de mis ejemplos fue Cristina Fuentes. Si a día de hoy admiro el papel de los introductores es porque ella me hizo ver el poder y la utilidad de una buena introducción. Y además, es la debatiente más completa que he conocido en toda esta etapa. Su uso de la lógica, su agilidad mental y su versatilidad la convierten en la mejor oradora que he conocido nunca.

Por último, era inevitable centrarme también en las simulaciones políticas y modelos de Naciones Unidas. Aquí la lista sería interminable porque me he empapado al máximo del valor y la seguridad de muchos de ellos. Pero si escojo un top 3 siempre serán: Daniel Flórez, Alicia Beledo y Pelayo Fernández-Agustí. Son el tipo de personas que espero acaben un día defendiendo con la misma convicción aquello que piensan, pero esta vez sin tener que simular.

Dinos tres claves que creas que pueden servir para llegar a ser un gran orador.

La primera y más importante es el estudio. Investigar y estar informado es esencial para opinar y argumentar con criterio. Los discursos llenos de pathos tienen que pasar a mejor vida.

En segundo lugar, actitud. Los oradores no nacen, se hacen. Por ello, es muy importante tener la voluntad de querer llegar a serlo.

En tercer lugar, humildad. Nunca se es un buen orador si lo haces con la intención de pisotear a otro y sin aceptar los errores. En ese momento, habrías dejado de ser orador, para ser simplemente un ególatra. 

¿Qué les aconsejarías a aquellas personas que se acaban de iniciar?

Les diría que no desistan jamás porque difícilmente 4, 5 o 7 minutos de intervención harán justicia a todo el trabajo previo que lleven a cabo; que las fotos y los premios se borran y se gastan, pero el aprendizaje nunca se olvida; y lo más importante, que jamás le den una evidencia al equipo contrario (ojalá alguien me lo hubiera dicho en mi primer debate).

¿Cómo te definirías en una palabra y por qué?

Pedirle a un debatiente que solo utilice una palabra es ponerle una verdadera tesitura. No sé cómo me definiría yo pero sí como lo hacen el resto. Quizás mi junta directiva me definiría como explotadora porque mandar trabajo siempre ha sido mi especialidad. Los debatientes me llamarían “la intro de dilema” porque es donde me siento yo misma. Hay quienes me definen como “reina de la tarima” pero ese arte no nació con el debate, aunque se potenció.

Creo que mi conclusión es que soy bastante trabajadora y que me entrego al 200 por cien en todo lo que hago, dirigiendo, debatiendo, organizando y por supuesto, bailando.

Ahora está en auge el tema del feminismo, ¿crees necesaria una mayor presencia de las mujeres en las competiciones?

Creo que el aumento de la presencia de mujeres es positivo en cualquier ámbito. En el debate creo que el problema no radica tanto en la cantidad sino en la percepción que se tiene de nosotras. He visto a jueces criticar como vamos vestidas como si el problema fuera nuestro y no de ellos. Tengo en mi cabeza un extenso compendio de frases repugnantes a oradoras como: “con lo dulce que eres mejor quédate con la intro” o “no te queda bien ser tan agresiva”. Otro de los hechos más significativos que aunque pudieran ser inconscientemente no dejan de ser deplorables, es dar por sentado que una sala, por muchas mujeres que haya, el juez principal será el hombre. 

Y para terminar, después de estos años debatiendo, ¿qué has aprendido en este tiempo?

Que el mundo no es para los cobardes y que el sacrificio es el primer paso para el éxito. En palabras del maestro Yoda: “ el miedo es el camino hacia el lado oscuro; el miedo lleva a la ira, la ira lleva al odio y el odio lleva al sufrimiento”.

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Estudiante de 4º curso del grado en ADE + DERECHO en la Universidad del País Vasco, forma parte de la Asociación de Debate de la UPV/EHU (ADUEEE) desde 2018, siendo actualmente su presidente. Este debatiente además de participar en torneos locales y nacionales, tanto académicos como BP, continuó activo hasta durante su estancia en Erasmus+ en Suecia, en la cual formó parte de Utrikerspolitiskaföreningen Göteborg, sociedad de asuntos internacionales. ¿Sabes ya de quién hablamos? Lee esta entrevista para conocer el lado más cercano y personal de Miguel Recio Arcauz.
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