¿Debe premiarse el esfuerzo por encima del talento?

Jesús Fúnez de Arcos, estudiante de 2º de Bachillerato, trae la tradicional cuestión del mérito, el talento y el esfuerzo. ¿Cuál prima por encima de otros?
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La vida del estudiante oye perpetuamente la diferencia entre esfuerzo y talento, sus pros, sus puntos negativos, sus contradicciones, su incompatibilidad en ocasiones y en especial, que tipo de alumno suele ser el que triunfe. Obviamente, el éxito radica en encontrar quien es capaz de conjugar ambas con la destreza suficiente para no dejar ninguna de lado. Pues bien, la pregunta que se planteó para el IV Torneo Interescolar de Debate, celebrado en Mollina (Málaga) me permitió gozar de un estudio intensivo acerca de que características se reunían para determinar si un alumno se dejaba guiar por una capacidad u otra. Si bien es cierto, que como he dicho era bastante “sencillo” adoptar el papel de una postura mixta, los debates requerían una mayor profundización según la que tocará defender (a favor o en contra). 
Considero esta pregunta como una especie de barrera a lo largo de mi formación, puesto que nunca me había preocupado de ella debido a que me infundía un respeto terrible el hecho de observar detenidamente que tipo de alumno era: aquel que se deja llevar por el talento puro o quizás el que a base de su trabajo logra cosechar los éxitos que se propone.
Adentrándome un poco más en la pregunta, he de decir que me sorprendió gratamente ver como se iban desvaneciendo las dificultades iniciales para plantear las líneas conforme íbamos ahondando en conocimientos sobre la materia, suponiendo una transformación desde un obstáculo insalvable hasta una prueba más en el camino en la que disfruté muchísimo. Los argumentos que se solían esgrimir a favor eran que el esfuerzo era quien hacía al talento brillar, que sin este, era imposible desarrollar nuestras capacidades. Además, se solía plantear la disyuntiva entre esfuerzo y talento como una alabanza hacia aquel que persevera puesto que se deduce que es quien será capaz de sobreponerse a los factores externos que puedan llegar a perturbar su rendimiento (también llamado resiliencia).
El bando en contra solía adoptar una postura de aceptación de la importancia del esfuerzo, sin embargo, admiraban la capacidad del talento para adelantar al esfuerzo de tal manera que fuese imposible de ser alcanzado, por más que nos esforzáramos, sin la dosis de talento adecuada.
Quizás la conclusión principal a la que llegué fue que pude poner aún más en valor la importancia del esfuerzo, del trabajo diario, que es aquello que nos ayuda a recorrer el camino. Pero…¿cómo avanzar a través de una senda en ruinas? Pues bien, es ahí donde entra el talento, es la base sobre la que se cimientan el resto de conocimientos, pero no es el pretexto para abandonar la constancia y la dedicación, ni tampoco es motivo para ser asfixiado ni reprimido, puesto que el talentoso es aquel que goza de una cualidad en especial para un ámbito determinado y puede ser trabajado para dejar de ser únicamente talento y lograr ascender a ser una cualidad trabajada, que es, sin lugar a dudas, la mejor de las opciones que podemos contemplar.
Así pues, el debate está servido

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