El español Pablo Ibar fue condenado a muerte por un triple homicidio en Florida (EE.UU) cometido en el año 1994. Tras cuatro procesos judiciales el español ha sido condenado a cadena perpetua.
Después de veinticinco largos años de juicios y procesos ha sido absuelto de la pena de muerte, librándose así de su ejecución. Esto deja mucho que pensar y un gran debate en la sociedad: ¿Está sirviendo de algo la pena de muerte? ¿Debe seguir vigente en tantos países como lo está ahora mismo?
Indudablemente como cualquier ley que sigue vigente, tiene que tener unas ideas que la sustente o la derriben. Estas ideas son tales como la idea de que una persona que no respetó la vida de la víctima, pierde el derecho sobre su propia vida, que queda a manos totales del Estado. Por qué si no el Estado tendría que respetar la vida de alguien que no fue capaz de respetar la de otros.
Estas palabras suenan bastante fuertes, pero, cómo si no se implanta en un estado una ley como esta. En 29 estados de América y 56 países sigue vigente, y hay actualmente más de 21000 reos esperando en el corredor de la muerte.
Si el preso está en un centro penitenciario, y la supuesta misión por la que fueron creados los centros carcelarios es la reinserción de los presos a la sociedad, matando a esos presos no los estamos reinsertando, los estamos castigando a ellos y a sus familias. Es por eso que se puede pensar que la pena de muerte tiene una inutilidad social, ya que no está demostrado que la pena cumpla una función de prevención general negativa, o sea, de intimidación a los potenciales infractores.
Si fuera así, en primer lugar, ya no existirían gran parte de los delitos graves. Y, en segundo lugar, se parte de la premisa de que el delito es un acto racional, en el que el delincuente evalúa los costes y beneficios.
También existe la posibilidad de errores judiciales. Esto no es algo raro, sino que cada vez son más a los que se declara inocentes tras su ejecución. Una prueba de esto es el caso de Teng Xingshan, que fue condenado con pena capital por el homicidio de su mujer, y, años más tarde esta apareció viva en una aldea. Le ocurrió algo parecido a Carlos DeLuna, el cual fue condenado a pena de muerte por un homicidio y meses más tarde el verdadero asesino confeso con pruebas de que él fue verdaderamente el asesino.
¿Ustedes que opinan? ¿Nos estamos arriesgando a matar inocentes?, o, por el contrario, ¿es justo quitarle la vida a alguien que se la quito a sus víctimas?
Así pues, el debate está servido.