Durante los meses de confinamiento me hacía ilusión comprarme un buen ordenador para estudiar y, sobre todo, para jugar en mis ratos libres. Buscaba calidad en todos sus componentes sin tener que pagar un precio excesivo. Así que, empecé a buscar información y Google y YouTube fueron mis principales consejeros. Y, lo cierto, es que lo hicieron bien. Tan bien que llegó a asustarme la gran cantidad de recomendaciones que recibí con una simple búsqueda inicial. El resultado final es que he adquirido muchos conocimientos en informática y que tengo un magnífico ordenador con el que estoy muy contento.
Son incuestionables las ventajas del marketing digital frente al marketing tradicional para las empresas: visibilidad de la marca, mayores opciones de segmentación y personalización, posibilidad de medición de resultados en tiempo real, acceso a un mercado global y menor coste.
Pero, ¿qué pasa con los consumidores? ¿Somos los grandes beneficiados o las víctimas del marketing digital?
A simple vista todo parecen ventajas. Recibimos ofertas personalizadas que encajan a la perfección con nuestros gustos e intereses, descuentos, ofertas, regalos y todo son facilidades. Podemos comprar de forma cómoda a cualquier hora, desde cualquier dispositivo, comparando promociones y, en definitiva, ahorrando tiempo y dinero.
¿Te has parado a pensar por qué las empresas te conocen tan bien? ¿Eres consciente de las veces que aceptas cookies o políticas de privacidad sin apenas leerlas? ¿Sabes cuantas organizaciones pueden acceder ahora mismo a la cámara o al micrófono de tu teléfono móvil? ¿Has recibido publicidad de algún artículo que has mencionado en una conversación privada sin previa búsqueda activa en Internet? ¿Eres consciente de que tu vida es un escaparate y de que tú lo consientes cada día activando permisos sin apenas pensarlo? Cuando adquieres un producto o servicio que no pensabas comprar hasta recibir esa “increíble promoción personalizada” ¿Quién hace negocio? ¿Tú o esa empresa que ya te conoce mejor que tú?
Nuestros datos y la predicción de nuestros comportamientos como consumidores son el gran negocio del siglo XXI.
Accedemos de forma gratuita a Google, a YouTube, a las redes sociales, a todo tipo de apps que facilitan nuestra vida ¿Te has parado a pensar por qué todos estos servicios son gratis? La respuesta a esta pregunta la encontré en el documental “The Social Dilemma” en Netflix: “Si no pagas por un producto, tú eres el producto”. Ahora toca decidir si eres tan afortunado que acabas de recibir casualmente una magnífica oferta de ese producto que necesitabas o si el precio que estás pagando por ese producto, aparentemente idóneo para ti, es demasiado elevado: la renuncia a tu privacidad y la manipulación de tu comportamiento como consumidor. A nivel personal, estoy feliz con mi nuevo ordenador, pero sigo preguntándome si he adquirido un buen producto o si he sido yo el producto.
Así pues, el debate está servido.