La crisis política en Venezuela sigue siendo un tema de intensa controversia, tanto a nivel nacional como internacional. A lo largo de los últimos años, distintos actores han reclamado el liderazgo del país, lo que ha llevado a divisiones dentro de la comunidad internacional sobre a quién se debe reconocer como presidente legítimo.
En este contexto, surge la figura de Edmundo González, un líder emergente que se ha catapultado a la fama después de, según han reconocido ya multitud de gobiernos y organizaciones internacionales, haber ganado las elecciones el pasado 28 de Julio.
La pregunta que ahora enfrenta el Parlamento es si debería reconocerlo como legítimo presidente de Venezuela, siguiendo la línea ya marcada por Europa, o por el contrario convendría más mantenerse al margen y conservar las relaciones actuales con el gobierno bolivariano.
El reconocimiento de Edmundo González como legítimo presidente enviaría un mensaje claro en favor de la democracia y el respeto a la voluntad del pueblo venezolano. Al respaldar a un líder que representa una alternativa democrática, el estado contribuye a debilitar las estructuras autoritarias que controlan Venezuela, apoyando el derecho del pueblo a elegir libremente su gobierno.
Además, su reconocimiento permitiría a España jugar un papel clave y ganar más capacidad de agencia en la creación de una coalición internacional que promueva una solución pacífica y diplomática a la crisis en Venezuela. Al unir fuerzas con otros países que respaldan una transición democrática, España podría ayudar a ejercer presión sobre el régimen actual y facilitar negociaciones que conduzcan a una estabilización política y económica del país.
Sin embargo, han pasado dos meses desde el fraude electoral, y la comunidad internacional parece haberse distanciado del tema. Lo cual nos lleva a preguntarnos: si la lucha por la democracia en Venezuela es tan justa y legítima, ¿por qué no se toman medidas más contundentes contra el régimen de Maduro? La respuesta es más simple de lo que parece: no le conviene a nadie.
Desde la invasión rusa de Ucrania el 24 de febrero de 2022, ha sido el petróleo venezolano el que ha compensado la reducción de oferta provocada por las sanciones internacionales a Rusia. El «oro negro» de la tierra de Bolívar ha estabilizado los precios del crudo en los mercados internacionales, ayudando a frenar la inflación que Occidente lleva años sufriendo. Además, esto resulta conveniente para España, ya que, dado que Venezuela no tiene la capacidad para extraer su petróleo de manera eficiente, empresas españolas como Repsol están asegurando contratos millonarios para desarrollar esa infraestructura.
En este contexto, la situación de Venezuela no solo es un debate sobre democracia y derechos humanos, sino también de intereses económicos y estratégicos a nivel global. La conveniencia de Occidente, y en particular de España, del petróleo venezolano añade una capa de complejidad a cualquier decisión que deba tomarse. Si bien el reconocimiento de Edmundo González como presidente legítimo podría representar un compromiso con los
principios democráticos, también podría poner en riesgo relaciones comerciales clave y afectar la estabilidad de los precios energéticos. Como ven, el debate está servido.