¿Es el anarquismo individualista de extrema derecha?

El debate de hoy nos lo sirve Oriol Sala Palos, estudiante del Grado en Filosofía Política y Economía en la UAB/UPF y miembro del Grup d’Argumentació i Debat de la UAB. A ti, querido lector, ¿qué opinión te merece?
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El anarquismo individualista es una tradición filosófica que defiende la autonomía personal absoluta y rechaza toda autoridad, moral e ideología. Esta tradición ocupa un espacio ambiguo y confuso en el espectro ideológico y tiene algunas contradicciones aparentes. Por un lado, está muy entrelazada con distintas formas de anarquismo colectivista. Con ellas comparte una marcada tendencia anticapitalista (el anarquismo individualista es una corriente sustancialmente distinta del anarcocapitalismo). Sin duda, existen autores que han vinculado esta forma de anarquismo con la extrema derecha, señalando, por ejemplo, la apropiación de la obra de Nietzsche por el nazismo o el aprecio de Mussolini por Max Stirner. Entonces, en este artículo responderé a si existe una conexión conceptual entre el anarquismo individualista y la extrema derecha.
En primer lugar, esta corriente defiende ideas que atomizan a la sociedad. Su discurso propicia la idea de que uno está solo en el mundo, que el individuo no se puede realizar en sociedad, y promueve el miedo al otro. Además, resta importancia a la moralidad y a los vínculos comunitarios, que precisamente permiten cohesionar la sociedad y hacer menos necesaria la coerción del Estado. Y, sobre todo, su apoliticismo, cinismo y la búsqueda exclusiva del interés personal conducen a no rebelarse contra la autoridad cuando su desafío supone un mínimo sacrificio personal. Entonces, se socava la acción colectiva contra las injusticias sociales y la opresión.
En segundo lugar, la crítica a la democracia, el enaltecimiento de la insurrección y la voluntad de un individuo recuerdan peligrosamente al fascismo. Incluso las formas más radicales del anarquismo colectivista conciben que existe alguna forma justa de regular la vida en común y, también, que debe existir un cierto grado de aceptación de las decisiones tomadas colectivamente, para posibilitar los acuerdos. Por contra, el anarquismo individualista cree que en absolutamente ningún caso las decisiones colectivas son legítimas, ya que solo se defiende como válido el interés de uno mismo. Por lo tanto, si no existe una limitación de la desobediencia, la ley pierde todo valor y la toma de decisiones se reduce a la imposición por la fuerza de la voluntad de los individuos. Y es peor: se hace una exaltación de quienes pueden desafiar a la autoridad e imponer su voluntad.
Sin embargo, pueden señalarse matices a estas explicaciones. Los anarquistas individualistas no están necesariamente opuestos a valores como la igualdad o la solidaridad. Asimismo, pueden percibir la cooperación como beneficiosa para el interés personal y tienen ideales que se solapan con los de la izquierda política, difiriendo solo en los métodos para realizar las transformaciones sociales. Además, la antisocialidad en su discurso no es tan profunda como parece. Imaginan que una sociedad verdaderamente libre se basaría en acuerdos espontáneos y, entonces, la insurrección por la fuerza sería inexistente.
En conclusión, el anarquismo individualista, en la deslegitimación de toda autoridad, puede llevar al autoritarismo a través de atomizar a la sociedad y legitimar cualquier oposición a
las decisiones colectivas. Aun así, estos riesgos son limitados, ya que existen matices que permiten una interpretación más alineada con principios progresistas.


Así pues, el debate está servido.

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