¿Es la actitud tomada por la Generación Z frente al confinamiento la adecuada?

El confinamiento ha hecho mella en todos nosotros. Noelia Marfil, estudiante de Segundo de Bachillerato del Colegio Maristas, nos trae a debate cómo en particular a reaccionado la llamada Genreación Z.
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Marzo de 2020 pasará a la Historia como el mes en el que la naturaleza obligó a la humanidad a detenerse. Esta situación nos ha llevado a una inestabilidad que no se había dado desde la Peste Negra, en el sentido de que la muerte se nos presenta como una entidad tangible e inevitable. Y, sin embargo, el progreso social nos garantiza que el mundo seguirá girando, por lo que la gente se rehúsa a detenerse, especialmente los estudiantes: la Generación Z (2000-2010).

Los que más despuntan son los chicos de 2002, pues son los que deben hacer al final del curso la PEBAU. Este periodo es igualmente temido y esperado por la comunidad estudiantil; por un lado, indica el final de un sistema guiado y el inicio de una nueva etapa de decisiones propias, mientras que, por otro, convierte el curso de 2º de Bachillerato en un amago de estrés, en el que chicos de 17 años deben decidir a lo que se dedicarán el resto de su vida.

Esta situación toma por sorpresa a la mayoría de los estudiantes, que se ven forzados, tras años de monotonía, a forjar su propia identidad adoptando o rechazando influencias de su círculo cercano, decisiones que deben reflejarse con notas en tres días de extensos exámenes. Y de repente, una pandemia los destina a casa indefinidamente, tirando por los suelos toda la organización. Algunos pueden dar clases en línea, pero todo examen o interacción con el profesorado se siente caótica. Después de todo, la sociedad no estaba preparada para algo así. Esta incertidumbre sobrecoge a los alumnos, que se perciben incapaces de adaptarse a las nuevas medidas, añorando la normalidad que implican la fiesta o el verano, ese gran descanso prometido lleno de experiencias emocionantes.

Por otro lado, tenemos a los adultos, lo cuales hace tiempo que atravesaron esta etapa, o como mínimo se hayan en un periodo de su vida libre de tales presiones. Estos han experimentado más a lo largo de su vida al sacar la cabeza de los libros, y pueden dar por sentado los anhelos de los más jóvenes. Aprecian la vida de manera diferente, y sienten íntegramente la devastación que la pandemia está causando en sus economías y congéneres: de nada importan los botellones en la playa si no se gana un duro en todo el mes para dar de comer a los hijos, o si una fiebre repentina no nos permite levantarnos de la camilla. Las personas mayores se exaltan ante las quejas de los adolescentes, tan cerrados en sus propias miserias e ignorando los problemas más importantes, tachándolos de ser la generación más egoísta y malcriada que ha pisado la Tierra, y sumergiéndose en su propio dolor.

Por supuesto, no todo es blanco o negro. Muchísimos jóvenes están conscientes de la situación ahí fuera, y también hay adultos que entienden y apoyan a los niños. Depende de la perspectiva de cada persona. 

El debate, pues, está servido.

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