Yo soy un debatiente de la Generación Covid. No sé cómo era el debate presencial y asistir a torneos. Tampoco sé lo que es un social. Lo que sí sé es que he escuchado a mis compañeros más veteranos hablar sobre lo aburrido que es el debate a distancia, que ha perdido mucha esencia, lo divertidos que eran los debates presenciales, etc. Entendiendo su punto de vista, lo que sucede es que muchas veces no nos damos cuenta de las cosas positivas y solo vemos lo negativo.
El debate a distancia ha supuesto la opción de una nueva forma de socialización, un espacio en el que realizar una actividad con un grupo numeroso de personas; si bien es una forma de socialización extraña, pues eso de conocer a gente, pero no ponerle cara a la mayoría, no es lo más habitual, o bueno, no solía serlo. En un momento en el que hacer cualquier actividad que rompa la rutina es tan complicado, que exista la opción de pasarte el fin de semana relacionándose con otras personas mediante el debate, conociendo distintos temas, reflexionando sobre problemas del mundo actual, con gente de España, Latinoamérica o cualquier otro lugar, es simplemente algo espectacular. No podemos ignorar los momentos antes de un debate en nuestra habitaciones dándolo todo con las canciones de las mociones, todos esos momentos que no estuvimos aburridos pensando en el Covid, pidiendo POI sin que nos los concedieran, tratando de no acuchillar a nuestras altas o rezando para que se le corte el internet al látigo rival que está destrozando nuestra argumentación.
Yo, por el contrario, he vivido los gloriosos tiempos del debate presencial, y a mi parecer es una experiencia que no tiene rival. Estoy seguro de que todavía recordáis cómo eran los preparativos: buscar alojamiento, distribución de coches o el billete de avión, hacer la maleta y meter ropa como para un mes cuando realmente solo íbamos a estar un par de días, rezar para que las fechas no coincidiesen con exámenes y bueno, si había un examen a la vuelta, pues se arriesgaba y ya sacaríamos tiempo de debajo de las piedras. Seguro que también recordáis el check in presencial, con una tarjeta para apuntar los puntos y el horario -que estoy convencido que aún guardáis en un cajón o colgadas en la pared-, comer con la gente mientras se comentaba qué tal había ido el día, bailar y cantar canciones en un auditorio a pleno pulmón y por la noche tocaba SOCIAL, daba igual si era en un colegio mayor, en una discoteca o en una plaza, sin duda uno de los momentos más divertidos del debate.
Tristemente todas estas experiencias, que para mí son inherentes al debate, se han reducido considerablemente, y aunque intentemos encontrar sucedáneos, todos sabemos que no es lo mismo.
Por todo esto, deseo que muy pronto nos podamos reencontrar en los atriles y disfrutar del debate en su totalidad.
Así pues, el debate está servido, ¿online o presencial?