¿Es el lenguaje inclusivo una realidad presente o próxima en nuestro país?

María Valero Cózar, debatiente de renombre en el Club de debate universitario de Granada del que actualmente ocupa la vicepresidencia, analiza la complicada situación que atraviesa la lengua española. ¿Es transitoria?
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Si hay un tema polémico respecto a nuestra lengua ese es, sin duda, las  adaptaciones que desde hace unos años se están intentando incluir en las palabras que  tienen marca de género, las cuales, refiriéndose a seres animados, han estado tradicionalmente en masculino o femenino y, más recientemente, también en neutro, a  través del morfema “e”, principalmente. Para entender mejor cómo se está asentando, o no,  esta nueva realidad en el lenguaje en nuestro país es necesario hacer un análisis lingüístico y, sobre todo, social.  

Por un lado, debemos entender que el lenguaje y la sociedad se retroalimentan, es  decir, cuando se ponen en el punto de mira realidades que antes no existían o no estaban  visibilizadas se crean nuevas palabras y se adapta la lengua a dichas realidades. Al mismo  tiempo, la existencia de términos específicos para referirse a estas experiencias sociales las  normaliza y visibiliza, porque permite hablar de y referirse a ellas. Al fin y al cabo, lo que no  se nombra no existe.  

Dentro de estas formas en las que la sociedad modifica el lenguaje y viceversa, las  instituciones encargadas de registrar la norma tienen un papel fundamental, pues son lo  que los hablantes consideran que es aceptable o no. Al fin y al cabo, para que se dé un  cambio en una lengua hay algo que es imprescindible, el consenso de sus hablantes en que  esa variación es aceptable. De eso mismo, se encargaba hasta hace unas pocas décadas  la RAE en nuestro país y sus variantes en latinoamérica, de servir como faro a los hablantes  sobre que formaba parte de la norma y que no. No obstante, la RAE cambió sus bases hace  ya bastante tiempo y ahora no se limita a dictar lo que es correcto y lo que no, sino que  únicamente recoge los usos que hacen los hablantes, siempre y cuando estos estén  generalizados e independientemente de que se acerquen más o menos a la norma  tradicional. Ha sido el caso de “murciégalo” o “almóndiga”.  

En este sentido, para que el lenguaje inclusivo sea incluido en la RAE, sería  condición sine qua ne que hubiera un uso generalizado del mismo (y que los gramáticos  que la forman no estuvieran sesgados ideológicamente, pero ese es otro tema). Que esta  adaptación es necesaria ha quedado claro, porque la mera existencia de estas realidades  disidentes hace mandatorio que se las designe, sumado a eso, hay colectivos que hacen  activismo, específicamente por esta causa, lo cual significa que hay una demanda social.  Sin embargo, el uso del lenguaje inclusivo no parece estar extendido de manera general  entre los hablantes de español, especialmente en comparación con otras lenguas como el  inglés. ¿Cuáles son las razones desde un plano lingüístico?  

El sistema flexivo del género del español funciona, principalmente, a través de los  morfemas “o” y “a” para masculino o femenino respectivamente, además de existir palabras  marcadas intrínsecamente como “papá”o “mamá”. La inclusión de un morfema ajeno a este  sistema gramatical plantea una serie clara de problemas para que los hablantes se adapten  a una variación que ha sido históricamente ajena a la gramática de su lengua y, por tanto,  que lo integren naturalmente en su habla diaria. En comparación con el inglés, donde el  sistema de género está formado únicamente por los pronombres y además existe un  pronombre específicamente para el neutro, lo cual facilita que los hablantes se adapten,  pues es una opción que no les era ajena. 

La conclusión es que, aunque nuestra gramática claramente lo dificulta, hay una  serie de hablantes que se adaptan a estas variaciones tan necesarias para ciertos  colectivos vulnerables. Pero la decisión final es del consenso de los hablantes, es decir, la  decisión final te corresponde a ti, querido hablante, la lengua es tuya, ¡juega con ella!  

Así pues, el debate está servido. 

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