¿Es el mercado de carbono eficaz para reducir las emisiones?

Cristina Pedraza Alabarce, estudiante de primero de Ciencias Políticas y Sociología en la Universidad de Granada, debatiente desde tercero de la ESO y actual miembro del Club de Debate UGR, nos plantea esta interesante pregunta, ¿cuál es la opinión de nuestros lectores?
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¿Alguna vez ha comprado un producto o un servicio “neutro en carbono”? En realidad, no es que  su producto no haya emitido ni un gramo de carbono, sino que las emisiones han sido  compensadas por la empresa mediante la compra de derechos de emisiones.  

El cambio climático es un asunto que involucra a la totalidad del planeta, sobra en este artículo  explicar lo que es y porqué resulta una emergencia que ha de afrontarse con la mayor rapidez y  eficacia posible. Los expertos llevan décadas advirtiendo del peligro de las emisiones de gases  de efecto invernadero (GHG) y los gobiernos llevan también décadas asesorados por estos  expertos. El objetivo es crear estrategias gubernamentales que resulten realmente eficaces y  factibles para afrontar esta emergencia.  

Una de las estrategias que ha tomado más relevancia estos últimos años para combatir las  emisiones de gases contaminantes es el “cap and trade system”. Un sistema que incentiva  económicamente a las industrias productoras para disminuir sus emisiones de carbono. También  conocido en la Unión Europea como Régimen de Comercio de Derechos de Emisión, este  sistema plantea un mercado de carbono en el que las empresas paguen por sus emisiones al  tiempo que compensan los daños en otras zonas del planeta. Esto se lleva a cabo financiando  proyectos de protección y mantenimiento de bosques y zonas verdes, especialmente en  comunidades indígenas. Por cada uno de estos derechos se compensa (teóricamente) una  tonelada de emisiones. En la Unión Europea los derechos son distribuidos entre empresas;  algunos de forma gratuita para aquellas en las que se considera que pueda darse una  deslocalización de la producción (la llamada fuga de carbono), otros son vendidos para que las  empresas puedan justificar y compensar sus emisiones de carbono. Las empresas pueden  acumularlos para años siguientes o venderlos a otras, que producen más toneladas y por lo tanto  requieren de más derechos. De esta forma se crea el mercado de carbono, un mercado que  pretende incentivar a las empresas a emitir menos gases de efecto invernadero para poder  beneficiarse de la compra y venta de los derechos de emisión.  

La idea inicial era muy buena, los gobiernos fijan una cantidad de emisiones limitada que pueden  emitir todas las empresas (cap), distribuyen los derechos entre ellas y el mercado de carbono se  encarga de redistribuir estos derechos en función de la oferta y la demanda (trade). La Unión  Europea en su plan EU ETS y otras regiones con sus respectivos programas de derechos  pretendían que ese límite de toneladas fuera disminuyendo cada año. El caso de los derechos es  una buena forma de controlar las emisiones de gases como el dióxido de carbono o el metano y  resulta más estimulante para el sector económico que las campañas de concienciación que  apelan únicamente a la ética pero dejan de lado la realidad económica. La idea es que  contaminar cueste a las empresas, poner precio al carbono y que la competencia se base en  reducir las emisiones para reducir los costes en derechos de emisión.  

El mercado de carbono, supone también una forma de ampliar el alcance de la compensación.  No todas las empresas pueden reducir a cero sus emisiones de GHG, por lo que esta medida resulta una forma realista de disminuir su impacto en el ecosistema. Implantar un sistema de  compensaciones, que derive en un efecto neto, resulta no solo atractivo sino factible.  

Sin embargo, esta propuesta encuentra también voces disidentes, ambientalistas señalan que  estas medidas no motivan un cambio en el modelo de producción, por lo que el problema de las  emisiones sigue ahí.  

Otro de los problemas que plantea este sistema es el conteo de las emisiones, ya que la  verificación de las toneladas emitidas queda a cargo de un verificador externo a la empresa y  existe el riesgo de las estafas que ya se dan en otros sistemas de bonos de emisión, dando lugar  a lo que se conoce como “piratería del carbono”.  

Han surgido también problemas en la regulación del propio mercado de carbono, ya que los  precios de los derechos varían en función de la demanda y esta variación se ve reflejada también  en el precio de los bienes y servicios que ofrecen las empresas. El incremento del precio del  derecho de emisión hace que las empresas aumenten el precio del producto para los  consumidores (ya que aumentan sus gastos en los derechos de emisión), por lo que realmente se  cuestiona la premisa de “hacer que contaminar cueste” cuando sus ingresos por ventas son  mayores a medida que contaminan más.  

No cabe duda de que la emergencia climática exige una actuación común lo antes posible,  aunque por el momento está resultando especialmente complicado encontrar una solución que  funcione tan bien en la práctica como en la teoría.  

Así pues, el debate está servido.

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