¿Es éticamente aceptable poder decidir sobre el final de nuestra vida?

A debate con Ana Urda, estudiante de 1º de Bachillerato, la cuestión moral de decisión de morir o seguir viviendo, y en este caso ¿en qué circunstancias?
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La muerte es lo único que tenemos asegurado en nuestra vida, sin embargo, ¿es éticamente aceptable poder decidir sobre el final de esta? El tema de la eutanasia ha sido recurrente en los últimos años en nuestro entorno creando un debate jurídico, ético y moral sobre si esta debería despenalizarse o no. En la discusión que este tema presenta hay dos vertientes principales basadas en que, si toda vida humana es siempre digna de protección y por lo tanto requiere cuidados hasta el último momento de esta, o por el contrario si cuando esta se vuelve mísera e indigna otorga al paciente el derecho a acabar con ella. 
Los defensores de su despenalización apelan en su mayoría a un principio bioético y a un derecho a la autonomía y a la libertad recogido en el artículo 17 de la Constitución Española, que presenta un concepto de libertad del cual ningún ciudadano puede ser privado. Por él, aquellos que apoyan el método de la eutanasia esgrimen que la autonomía del paciente es aquel principio o valor a partir del cual la vida puede ser juzgada como valiosa o no, y en consecuencia debe ser una decisión autónoma. 
A raíz de esto nos podemos preguntar, ¿por qué en este caso se debe atender a la autonomía de una persona antes que a salvar o prolongar su vida durante más tiempo?, lo cual puede responderse de dos maneras: aludiendo a la diversidad de opiniones en cuanto a las cuestiones morales en la sociedad y a las consecuencias a posteriori de retrasar la muerte. Actualmente, la población está dividida de una manera clara en cuanto a cuestiones morales, por ello la existencia de este vívido debate. Esto hace que sea necesario brindar la oportunidad de tomar esta decisión a las personas que lo deseen, ya que esto no sería una imposición para aquel que no esté a favor de su práctica y porque además esto haría que la ley amparase muchos más casos de la realidad catalogándolos como legales. Por otro lado, las propias consecuencias que conlleva no dejar a la persona ponerle fin a su vida nos pueden animar a pensar que esto es injusto para las personas con enfermedades irreversibles, degenerativas y sobre todo dolorosas; debido a que la principal meta es vivir y no sobrevivir, y ya que esto hace que su calidad de vida se vea menguada y por lo tanto vivan una vida indigna. 
Sin embargo, a pesar de estas razones existen ciertos problemas. En primer lugar, en el marco filosófico es difícil determinar alguna razón por la cual es preferible la muerte a cualquier tipo de vida, ya que la vida se toma como un derecho supremo, de tal manera que el principal razonamiento por parte de las personas a favor de la despenalización de este método (que es preferible morir a llevar una vida indigna) sería difícilmente entendible desde el punto de vista filosófico. En segundo lugar, los propios pilares de la deontología médica chocan directamente con esta práctica, entre otras cosas porque el lema de la medicina es salvar vidas y por lo tanto intentar garantizar estas hasta el último momento. Para ello se ofrecen posibles alternativas a la eutanasia como el registro de voluntades vitales anticipadas (documento donde el paciente refleja aquellos procedimientos que no quiere que se le realicen en el caso de que estos se consideren necesarios), limitación del esfuerzo terapéutico (práctica que se lleva a cabo con pacientes en un punto crítico y donde se limitan los tratamientos o procedimientos que no sean estrictamente necesarios para aliviar su sufrimiento) y la ley de autonomía del paciente (proceso por el cual se le dan las opciones existentes al paciente con respecto a su enfermedad y tras esto este toma la decisión de si quiere que se le administre un tratamiento). Es por ello la despenalización de la eutanasia plantearía dilemas éticos y morales a los profesionales sanitarios que impactarían en la relación médico-paciente.
Además de estos dos conflictos existentes, se teme a dos consecuencias si esta se despenaliza: la pendiente resbaladiza y como consecuencia la mala praxis médica, es decir, que se acabe llegando a un punto en el que los casos de aplicación de la eutanasia crezcan de manera preocupante a causa de un exceso por parte de los médicos. Esta teoría podría convertirse en una realidad, o por el contrario que ocurriese como en Holanda, donde la eutanasia es legal y la mala praxis médica no se ha dado todavía en este ámbito.
Por todas estas razones podemos estar de acuerdo o no en la despenalización de la eutanasia y así esperamos a que el debate y la deliberación social a través de los cauces democráticos hagan que esta se legalice o siga siendo una práctica ilegal en España. Mientras tanto, el debate, está servido. 

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