No son pocas las veces que, por diversos medios de comunicación, hemos escuchado lo negativa que es la energía nuclear pero, ¿qué hay de cierto en todo lo que se nos informa? Es muy común oír por parte de grupos ecologistas, y como tales, antinucleares, que la energía nuclear no es una energía limpia ni renovable, por lo que se posicionan en contra de su consumo. Sin embargo, no es poca, pero sí menor, la cantidad de gente que aboga por la energía nuclear como una energía de transición hasta que las renovables sean lo suficientemente estables e independientes.
Chernobyl, Fukushima, Windscale… Todos conocemos algunos de los más devastadores accidentes nucleares que se han dado a lo largo de la historia, siempre causados por la peligrosidad y los riesgos que conlleva esta energía. Por otro lado, también hay otros motivos por los que gran parte de la población no apuesta por el modelo nuclear. El primero es la utilización y el desecho de los residuos nucleares, altamente contaminantes y perniciosos para el medio ambiente y las personas que los tratan. Igualmente, se apoyan en que esta no es necesaria, ya que no supone una alternativa más limpia o, como mínimo, menos perjudicial que los combustibles fósiles.
Si bien es cierto lo previamente expuesto, no hay que olvidar a quienes defienden esta fuente energética y los motivos por los que lo hacen. Para empezar, propugnan la premisa de que la tecnología de construcción ha avanzado bastante en los últimos años. Se apoyan en esta hablando tanto de rentabilidad económica como de eficiencia. En la actualidad, se emplean aproximadamente cincuenta meses en la construcción de una central que funcionará durante cuarenta años. Plantean esta energía como una alternativa a las energías de los combustibles fósiles. Hablan de ella como una transición hasta que los países puedan funcionar exclusivamente con energías verdes.
No cabe duda que, al igual que todo, este tema plantea unos interesantes puntos de choque entre ambas ideas. Sin embargo, esta conlleva un riesgo y la pregunta es, ¿merece la pena asumirlo y seguir dañando nuestro planeta de otra forma más? Recordemos que no hay planeta B y ha quedado claro que aunque quizás no sea tan grave como nos hacen creer, la energía nuclear daña a la Tierra. Es comprensible la idea de la transitividad, pero más que pensar en qué hacer hasta que las energías renovables sean suficientemente independientes, quizás deberíamos buscar la forma de que lo sean.
Así pues, el debate está servido.