Lectura clásica obligatoria: ¿cultura básica o contraproducente?

¿Hasta qué punto es positivo obligar a leer clásicos? ¿Es esto una forma de cultivar el amor por la lectura o, por el contrario, genera aversión a la misma? Pepa Leiva Florido, estudiante de 3º de Derecho y ADE en la UMA, zanja la cuestión.
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“En un lugar de la Mancha, de cuyo nombre no quiero acordarme, no ha mucho que vivía un hidalgo de los de lanza en astillero, adarga antigua, rocín flaco y galgo corredor…”

A todos nos ha bastado leer simplemente un par de líneas para saber de qué clásico se trata, pero ¿realmente esto nos sirve? ¿Nos aporta algo útil en nuestro día a día?

A pesar de que soy una auténtica amante de los clásicos, a raíz del pasado Día del Libro no para de rondarme esta pregunta por la cabeza.

Somos muchos los estudiantes que hemos tenido que leer a lo largo de nuestra vida académica clásicos de la literatura. Bien haya sido El Quijote, La Odisea, Hamlet, Rebelión en la Granja o Platero y yo. Pero, ¿hasta qué punto esto ha contribuido en nuestro aprendizaje?

Obviamente, una de las facetas que más admiro en las personas es la cultura. Quién es culto juega con ventaja. Pero, por otro lado, una de las características que más detesto de nuestro sistema educativo es la imposición de lo que ha sido predeterminado como “lo correcto”. Y sobre todo cuando en día de hoy está más que arraigada la idea de que no hay nada correcto (en cuanto a gustos se trata).

Desde muy temprana edad nos enseñan con base en unas obras y autores clásicos, tal y como hicieron con nuestros padres y antes de éstos, con nuestros abuelos, pero los tiempos ya no son los mismos.

Es ahí donde me planteo hasta qué punto es útil obligar a estudiantes a los que no les gusta leer o simplemente prefieren otro tipo de lectura, a leerse libros de los que en su época fueron catalogados como “los mejores”, cuando actualmente hay una cantidad inmensa de diversos libros donde elegir. Hay que entender que por muy bonitas que sean, las tradiciones son tradiciones hasta que dejan de serlo.

Obligar a adolescentes a leer libros que muy previsiblemente les pueden parecer “aburridos” puede desencadenar todo tipo de reacciones -negativas-: desde rechazo a la lectura o a la asignatura,hasta que se hagan generalizaciones y se entienda que todos los libros son así y que por lo tanto no nos gusta la lectura.

Han pasado los años, y con ellos han surgido nuevos estilos y miles de escritores. ¿No es mejor que cada cual elija a quién leer?¿No sería más lógico y razonable dejar que los adolescentes empezaran a interesarse por la lectura con libros en los que pudieran sentirse identificados?

Desde esta postura no abogaría por una libertad total, no queremos a gente leyendo Canciones para Paula en una clase de literatura, sino que los alumnos puedan confeccionar libremente una “lista” y el profesor decida si ésta procede o no, pudiendo añadir sugerencias, para garantizar así una mínima calidad literaria. Así, quizás se pueda empezar a valorar desde temprana edad la lectura como es: como un hobby y no una obligación.

Por otro lado, nunca sabes la de cosas buenas que hay por descubrir. Y, muchas veces, puedes encontrar un mundo nuevo donde menos te lo esperas (algo así me pasó a mí con Debate), simplemente te hace falta un empujón de quien menos te imaginas, como podría ser, en este caso el de ese profesor de literatura que te obligó a leerte La Celestina en 2º de la ESO. Para que una cosa te guste, primero has de probarla. Y si te la recomienda alguien con más experiencia que tú, seguramente sea por algo.

Todo esto no lo digo desde mi experiencia, porque tal y como he precisado antes soy una enamorada de los clásicos. Pero también soy una enamorada del deporte y de los viajes, y eso no lo he aprendido en ninguna asignatura del colegio.

Lo que sí que opino desde mi experiencia personal, es que creo que no hay nada peor que forzar un acto que debería ser movido por la pasión, como es, en este caso, la lectura.

Para que comprendan la idea general que quiero transmitir e ir concluyendo: el leer es como el viajar. A todos nos gusta viajar, pero no a todos nos gusta ir a los mismos sitios. Unos somos más de playa y otros más de montaña, hay a quien le encanta el turismo rural y hay quien no concibe el turismo sin museos ni monumentos que visitar, y también hay a los que le gusta todo tipo de destinos. Bien, pues con la lectura ocurre lo mismo. Como hay tantos libros como destinos para visitar durante una vida, no tiene sentido malgastar ésta aterrizando en montañas cuando somos más de mar.

Es por eso, por lo que el debate está servido.

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