Nada más leer el título del artículo, probablemente hayan pensado que este artículo lo ha escrito una hembrista, radical y un poco feminazi.
Primer problema, escribir sobre el papel de la mujer y la desigualdad, no implica ser nada de eso. Muchas veces, el mero hecho de intentar hablar sobre la igualdad de sexos, nos hace pensar que va a tratar de defender ideas extremistas, lo cual es cuanto menos alarmante. Si existen personas que piensen que existe discriminación, aunque tu opinión sea que no, sus opiniones merecen respeto y deberíamos escucharlas, porque todos tenemos mucho que aprender. Y muchas veces no vemos aquello que está delante de nuestros ojos.
Y por supuesto, no deben tomarse este artículo en términos absolutos. En debate, como en la vida, hay de todo. Hay mujeres mejores, mujeres peores, al igual que hombres. Estamos en todo momento hablando en términos genéricos.
Ante esta pregunta, es cierto que a priori diría que no, en cada torneo tenemos a Aída, a Juncal, a Estela, a Yolanda, a Carlota, a Vero, a Ángela… somos muchas, tantas que si os mencionara a todas este artículo solo consistiría en mencionar a mujeres debatientes. Sin embargo, ocurre con demasiada frecuencia que si preguntas a personas asiduas al torneos el top 5 de oradores de España, y difícilmente sitúan a una mujer, si ampliamos al top 10, a veces aparece, pero otras muchas veces no. Y entonces, si somos tantas y muchas de ellas son reconocidas como buenas oradoras ¿por qué es diferente la proporción de hombres y mujeres en el top? O aún habiéndolas, porque si la proporción de mujeres y hombres en debate en los últimos años es similar, ¿por qué ellas obtienen peores resultados?
La discriminación no consiste en que no haya mujeres competentes en debate. Sin embargo, desde luego, esta es una actividad de hombres, Emma Pierson en su artículo para la revista Monash Debating Review, analizaba 14 torneos (los EUDC de 2001 a 2013 y el WUDC de 2013) el resultado de dicho análisis era que las mujeres conseguían de media 1.2 puntos menos que los hombres, y los equipos formados por dos mujeres lograban de media dos puntos de orador menos por ronda que los equipos mixtos y los formados por dos hombres. Aquellos que defienden que no existe el machismo o esta discriminación te lo explican con un sencillo argumento, “sois peores”.
La cuestión es, aplicar de modo genérico a un colectivo, en este caso las mujeres, la etiqueta de “sois peores”, es de facto machismo. Cambiamos la pregunta a ¿es el debate machista? Muchos dirían que no. La denostada, en debate, RAE, define el machismo como “la actitud de prepotencia de los varones respecto a las mujeres”.
Decir que las mujeres son peores que los hombres es una actitud machista. Por que es prepotente, es arbitrario, implica dominancia, y sobre todo, no es verdad. Porque hay muchísimas mujeres mejores que muchísimos hombres. La cuestión es si se les reconoce el lugar en el que deberían estar. Desde luego, el mérito importa en debate, pero parece que el sexo es un obstáculo.
Yo me niego a creer esto. Las mujeres no somos menos capaces ni menos inteligentes. Es decir, no podemos explicar esta ausencia de mujeres en el top a causas biológicas. Por tanto, solo existen dos opciones, las mismas a las que llega Emma en su artículo, o bien existe un sesgo en los jueces a la hora de evaluar un debate o que sea cierto que somos peores, y entonces esto se debe a una diferencia de experiencia, y por tanto, de oportunidades.
Respecto al sesgo de los jueces, desde luego creo que existe. No soy la única que ha vivido la situación en la que te dicen que siendo mujer no puedes ser tan agresiva, que deberías ser más “mona”. Creo que esto se debe a que en nuestra cabeza existe un modelo idílico de mujer, que sea guapa y lista, pero que sea tranquila y que no se enfade, como Aída y yo diríamos, que sea “riquiña”, en el mal sentido de la palabra. Entonces, cuando nos encontramos a una mujer en un debate, que tiene carácter y refuta con toda la mala hostia que le da la gana de tener, da la sensación de que algo no está funcionando. Que el debatiente de enfrente, hombre, a pesar de ser también agresivo, nos ha gustado más que esa chica que a salido pegando cuatro voces.
Una segunda opción es si esta diferencia se debe a una diferencia de oportunidades a la hora de debatir. Ningún club en España reconocerá que a la hora de formar equipos prevalecen los hombres sobre las mujeres. Probablemente porque no es algo consciente. Sinceramente, no creo que exista una discriminación intencionada, sin embargo, si creo que esta existe. Es un hecho que en debate la introducción es una posición ciertamente devaluada. Posición en la que se suceden mujeres, mujeres y más mujeres. Puede ser que el principal motivo es que sus compañeros son mejores que ellas. No hay problema con eso. El problema es que se la coloque ahí para llevar una cara bonita, no para que aprenda del equipo. Que sonría mucho, y si lleva la falda corta, mejor. Y esto, es algo que sucede con muchísima frecuencia aunque no queramos reconocerlo.
En definitiva, en el debate en España, creo que la mujer está discriminada, y existe un techo de cristal que muchas están rompiendo, pero que todavía existe. En mi opinión, detrás de ello no existe intencionalidad de considerar inferiores a las mujeres. Ocurre por nuestra manera de pensar, por la manera en la que nos han formado. Esto se refleja en nuestra sociedad, existe discriminación entre hombres y mujeres en la vida personal y en la vida laboral. Por ejemplo, entre los miembros del Tribunal Constitucional hay más personas con gafas que mujeres. Son doce, siete llevan gafas.
Pero, ¿estamos avanzando? Por supuesto. Pero no solo en debate, también en nuestra sociedad. Cada vez hay mas mujeres en debate, cada vez más mejores oradoras y más campeonas. Por eso digo que la discriminación en debate no surge de la propia actividad, si no de los sesgos que inconscientemente tenemos todos desde pequeños.
Estamos avanzando, pero mientras sigamos callándonos cuando nos dicen que te pongas escote para este torneo, cuando nos dicen que si no fuera porque estás buena no habrías ganado ese debate, mientras permitamos que si aparece un equipo de dos mujeres se piense que no son rivales, mientras tanto, no conseguiremos el cambio. Somos nosotras las que tenemos que exigir tener el papel protagonista. Y no avergonzarnos de ello. Es perder el miedo, perder el miedo a hacer el ridículo, a la celulitis, a engordar, a ser feas, a ser pequeñas, a ser demasiado altas, a ser muy poco femeninas, o a ser demasiado princesas. En el debate y en nuestras vidas.
Tenemos la inteligencia, la capacidad, las ganas, las herramientas… e incluso en muchos clubs la oportunidad. Solo nos falta dar el último paso, y ese, está en nuestras manos.