¿Los centros penitenciarios favorecen la reinserción social?

Todos alguna vez nos hemos planteado este debate que nos sirve María Angustias Sances García, estudiante de Sociología en Granada y miembro de Babel: ¿podemos confiar en los centros penitenciarios para conseguir la reinserción social del preso?
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La reinserción social puede definirse como el proceso por el cual la persona que ha cumplido una condena aprende a vivir en sociedad respetando a los demás, a sí mismo y a la ley. Las instituciones penitenciarias son centros orientados a custodiar a quienes cometen un delito; además de esto, también fomentan la reinserción social como así lo recoge el código penitenciario y la Constitución.

En los primeros días de prisión se mantienen entrevistas con un equipo de tratamiento formado por profesionales que valoran la situación penitenciaria; además, se proponen una serie de actividades deportivas, culturales, recreativas y ocupacionales y, también se propone un programa de intervención para reeducar a los reclusos.

Estos programas son de carácter voluntario, esto implica que no todos participan, pero se ha de aclarar que imponer obligatoriedad en ellos no implicaría necesariamente que se llevase a cabo la reinserción, ya que el interés y el compromiso de cambio juegan un papel muy importante. La variedad de estos dependen de la penitenciaría y de las diferentes ONG que forman parte de estos planes.

La cuestión es que dichos programas nos plantean algunos problemas; en primer lugar, son muy duraderos, por lo que muchos de los participantes no llegan a terminarlos; en segundo lugar, existe una falta considerable de profesionales debido a la superpoblación de los centros, lo que no permite un seguimiento continuado de su progreso y tampoco permite la participación de muchos de ellos aunque quisieran hacerlo. Y, por último, no tratan las causas directas que llevan al preso a la cárcel al estar centrados en el presente, hecho por el cual la vuelta a la vida real tras su puesta en libertad es bastante dificultosa.

Los penados, al acceder a las cárceles, deben adaptarse a un ambiente que es diferente al que realmente se van a encontrar tras su liberación. Esto se debe a que están ubicados en un entorno en el que su actividad se encuentra limitada viéndose reforzada aquella que se adapta a los intereses de la prisión. Dicho lo cual, podríamos preguntarnos, ¿existe un verdadero cambio de actitud o simplemente nos encontramos ante unas personas que ceden ante una obligatoria coacción?

El hecho de que los presidios se encuentren aislados de la sociedad y que el ambiente sea diferente al de la vida en sociedad hace que sea muy complicado que el interno, a pesar de haber adquirido los buenos valores que inculca la institución, pueda ponerlos en práctica a su salida debido a que se deberá enfrentar a los fantasmas del pasado, los cuales lo llevaron a su desdichada situación.

No se puede tener solo en cuenta la labor de estos centros, también hay que atender las razones por las cuales el recluso delinquió, pararse a conocer lo que ha aprendido a lo largo de la vida y qué adversidades ha hecho frente, además de las consecuencias sociales que le conllevan posteriormente ser una persona que ha estado en prisión, para así poder determinar de mejor manera si va a volver a delinquir o no.

En definitiva, podemos alegar que estos centros intentan favorecer la reinserción social, pero es complicada de llevar a cabo puesto que la falta de profesionales hace deficiente dicha labor. Además, la diferencia entre el ambiente en la cárcel y la vida fuera de ella sigue siendo demasiado grande, junto con el aislamiento social que sufren los internos y la poca atención que se le da al pasado de los mismos.

Así pues, el debate está servido.

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