IA: ¿un impulso para la educación y para el mundo laboral?

Un tema que ha marcado nuestro presente y que marcará, sobre todo, nuestro futuro. Una pregunta para reflexionar de la mano de Violeta Martínez, estudiante de Derecho en la universidad de Zaragoza, formadora en la asociación de debate ADUZ, y mejor oradora en el torneo D-EU Debating. ¿Por qué postura te decantas tú?
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Es una realidad que la IA está revolucionando numerosos aspectos de nuestras vidas, incluidas la esfera educativa y el ámbito laboral, dos pilares fundamentales para cualquier sociedad. A medida que su tecnología se vuelve más sofisticada y omnipresente, esta polémica cobra relevancia.
Una perspectiva abogaría por considerar el desarrollo de la inteligencia artificial como una herramienta útil y necesaria para la evolución tecnológica. Algunos científicos y sociólogos la comparan con inventos históricos como la rueda, la imprenta o internet, argumentando que la humanidad debe adaptarse y aprender a convivir con el progreso en lugar de resistirse; amoldándose a los costes y beneficios que supondrían el siguiente paso en la historia. Este enfoque implicaría dejar de lado los prejuicios al cambio y avanzar hacia una coexistencia armoniosa con la inteligencia artificial. A priori, todo cambio suscita al ser humano un miedo irracional a lo desconocido, pero debe ser capaz de sobreponerse a él para avanzar, como persona y sociedad; ya que no es el más fuerte el que sobrevive al cambio, si no el que se adapta a él.
Volviendo al tópico de la IA, sería recomendable para el ámbito educativo comenzar a formar a los estudiantes sobre las múltiples funciones de la IA e incluso implementar programas educativos relacionados con ella, mostrándola como herramienta y a su vez, alertando de sus posibles peligros. En el ámbito laboral, desarrollar nichos vinculados que complementen las tareas creativas y morales que a la IA le es imposible alcanzar. De esta manera, se evitarían luchas innecesarias contra la evolución y se lograría una eficiencia cercana al 100%.
Sin embargo, existe otra perspectiva, un sector que considera a la IA una amenaza para la estructura abstracta de la existencia humana. Todas esas ramas del conocimiento que traspasan los algoritmos y sesgos numéricos, lo denominado “inteligencia humana”, el único límite para la invención todo poderosa. De ahí la creencia de que podría perpetuar datos, ideas y sesgos existentes en los algoritmos, afectando a capacidades únicas en la especie e imposibles de replicar como la intuición y el razonamiento; y por ende, atrofiar un bien más valioso, lo que distingue al hombre de otras especies. Dejando así la toma de muchas decisiones propias al libre albedrío de un algoritmo que genera respuestas automáticas, ejerciendo la IA un papel igualador, que genera dependencia y pone en peligro el razonamiento colectivo y en especial, al sector inmaduro que se encuentra en proceso de formación: los estudiantes.
Este sistema perfecto no solo causa temor en la docencia, ya que lo hace también entre muchos trabajadores que se ven sustituidos por una IA al comprobar que se trata de un “ente” infinitas veces más eficaz y barato. Causando en ellos, no solo complejo de inferioridad, si no la pérdida total de objetivos laborales y vitales. Aunque su instalación supusiera una eficiencia casi total, en el medio plazo las conductas automatizadas y las carentes en comprensión contextual serían las responsables de respuestas y resultados injustos o discriminatorios, poniendo en duda el supuesto beneficio. Por ello, resultaría incongruente no comenzar a legislar y prevenirnos del futuro, con unas marcadas pautas al respecto.
Nos enfrentamos a un tema actual que suscita mucho interés por el desconocimiento en la materia, generando expectativas y argumentos para ambas posturas.
Así pues, el debate está servido.

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