Hija de Isabel de Portugal y Juan II de Castilla, Isabel, nació en 1451, en tiempos feudales, cuando la Edad Media, ya decadente, se veía afectada por un nuevo orden social, económico y político al que ella se adecuó perfectamente.
Desde el momento en el que Isabel accede a la corona, reivindicó su condición como reina, y como mujer, haciendo lo que ninguna había hecho antes: tomar entre sus manos una espada (símbolo máximo del poder real que ella iba a ejercer). Feminismo, necesario y reivindicado hoy en día, es la igualdad entre hombres y mujeres, y ella fue referente en esta definición.
Ahora bien, es cierto que bajo su reinado tuvo lugar la expulsión de musulmanes y judíos, hecho del que no estuvo a favor hasta que Torquemada convenció a Fernando y que es justificable por su misión de reina cristiana y evangelizadora, como resume el Papa Alejandro IV en 1496 al otorgarle a ella y a su marido el título de Reyes Católicos.
Decidida, segura, amante de las letras y un tanto mística, la católica reina buscó la igualdad no sólo entre hombres y mujeres, sino también entre indígenas y españoles. Todo ello, mediante ayudas a viudas de soldados, el empeño de la corona por castigar a los colonizadores que abusaban de las gentes de América o los numerosos enfrentamientos con Cristóbal Colón por dejar el virreinato en manos de su hermano, quien trataba a la población de las tierras descubiertas de una forma contraria a la que los reyes habían dispuesto.
Por consiguiente, son las palabras de su testamento las que en toda su vida denotan mayor convicción por la igualdad, donde, dejando a su marido Fernando de Aragón como regente de Castilla, le rogó que se respetase a los indígenas como súbditos de la corona: “Por ende suplico al rey mi Señor muy afectuosamente (…) que no consientan ni den lugar a que los indios, vecinos y moradores de las dichas Indias y Tierra Firme (…) reciban agravio alguno en sus personas ni bienes”.
Son pocas las personas que hoy en día saben de ella algo más que la conquista de Granada o el descubrimiento de América, y menos las que como yo, sitúan a Isabel la Católica como la “Primera Gran Reina de Europa, mujer, feminista y madre”.
Así pues, el debate está servido.