2 de noviembre. Hora de comer. Y yo, aún en el AVE. El torneo empezaba y parecía que no iba a llegar (como está crónica), pero ya os digo que llegué y no os imagináis lo bien que me lo pasé.
Os pensareis que siempre llego tarde a todos lados o, al menos, con demasiadas prisas, pero pensad por un momento que es muy difícil estar en tantos torneos a la vez. Pero si no podéis ir ¿Quién mejor que yo para contaros lo que ocurrió?
Como os he dicho llegué, y con tiempo. El torneo se celebró en la Universidad Pontificia de Comillas, siendo así el segundo torneo celebrado en apenas mes y medio, y los debatientes no dudaron en plantearse la pregunta ¿se abren las puertas de la Santa Casa? Pero bueno, verdaderamente, la pregunta en la que deberían centrarse era: ¿Se está aplicando debidamente en España el proceso de “memoria histórica”?
Por fin un tema de esos que muchas familias decidirán no sacar en la cena de navidad. Pero creedme que en este torneo no faltaron argumentos y ningún orador decidió “marcarse un cuñado”. Las palabras volaban en cada intervención, y no por su falta de peso, todo lo contrario. A los oradores no les temblaba la voz a la hora de proponer una mejor aplicación de esta medida o cuando, por ejemplo, demostraban que no es que fuese buena sino que era la mejor.
Así estuvo el nivel durante las cinco rondas. Tranquilos que pudimos descansar de la noche del viernes al sábado, aunque algún que otro equipo decidiese pasar tiempo fuera de los atriles. Esto no impidió que el sábado fuese el mejor día para ver grandes enfrentamientos. Solo había que ver los murmullos cada vez que se anunciaba nuevo enfrentamiento, más ahora que introdujeron este año como novedad el método suizo de competición. Y las caras de jueces como Jaime de la Virgen, Jorge Whyte, Cristina Guerrero, Javier Aznarte, Anna Viñals o Pablo Carbajosa, que ya preveían las difíciles deliberaciones.
Tales fueron las ganas de nuestros oradores en debatir que no dudaron en recalcar la necesidad de hablar del tema. Sino que se lo digan a los integrantes de esta interpelación:
– “Llevan ustedes todo el debate hablando de la tumba de Franco… ¿quiere hacer el favor de hablar de otra cosa?” – Respuesta de su rival: “No, lo cierto es que no quiero”.
Por estas cosas me encanta la espontaneidad de los debatientes, pero siempre con mucho respeto. Lo que no me cansaré de decir es lo poco que me gusta que solo uno de los equipos sea el campeón. Pero anunciaron el paso a la final de los equipos Complutense SDC y UFV, tras unas reñidas semis que no dejaron indiferentes a la sala al completo.
La final se fundamentó en una serie de puntos de choque que no podré deciros porque eso forma parte de mi memoria histórica. Bueno y a parte porque he perdido mi libreta, así que si algún debatiente la encuentra que no dude en avisarme (es normal, con los nervios a flor de piel).
Pero yo no era la única a la que se le olvidó algo. Resultó sorprender el lapsus de Paco Valiente, que en durante la entrega de premios reconoció que «se le habían olvidado» los nombres de los mejores oradores, y tuvo que volver a su despacho a comprobar quiénes eran … Yo diría que era para mantener la tensión en el ambiente, porque los achaques a la edad suenan un tanto descortés.
Os estaréis preguntando ¿Y quiénes ganaron? Pues bien, el equipo ganador fue el de la UFV, compuesto por Aaron Hoffman, Claudia Vera, Emilio Martínez y Claudia Lorca. Del mismo modo, los mejores oradores fueron: Claudia Vera (UFV) y Juanjo García (UAM), empatados con 4 votos de 5 posibles.
Todos contentos, pero con cierto vacío que deja un fin de torneo, decía adiós a este bonito encuentro no sin antes llevarme mi obsequio como participante (recuerda que soy debatiente también). Lo mismo pronto me veis en los atriles.
¿Quién sabe? Hasta entonces ¡Nos vemos la semana que viene!