1. Antes de empezar, ¿Jorge o Franquito? ¿Por qué te llaman Franquito?
Diría que Jorge, pero cuando un mote cala intentar enfrentarse a él es una batalla perdida. De hecho, mi compañero Carlos Zaera, con el que llevo debatiendo cuatro años, todavía me tiene guardado en el móvil como “Franco debate CEU”. Se me ocurre un buen puñado de razones que pudieron inspirar el mote, entre las cuales el bigote que hasta hace poco llevaba como seña de identidad juega un papel importante. Pero por si a alguien le preocupa, no estoy implicado en ningún alzamiento militar por ahora.
2. ¿Cómo entraste al mundo del debate?
Muy bien acompañado. Estaba en primero de Bachillerato en el Colegio SEK Ciudalcampo y el profesor de Religión, Teófilo Flores, me convenció para que formásemos un equipo de debate con unos tales Javier Alberite y Antonio Fabregat. El equipo era bastante menos espectacular de lo que suena ahora; no habíamos visto nunca un debate, Antonio hacía las conclusiones y Alberite todavía no quemaba nada. Perdimos nuestro primer torneo de forma bastante estrepitosa, pero creo que no hace falta decir lo mucho que nos apasionó ese nuevo mundo que acabábamos de descubrir.
3. ¿Cuál consideras verdaderamente tu mayor logro en él?
La respuesta a esta pregunta se la debo a la persona más sabia que conozco, que es mi hermano pequeño. Cuando conoció a Estela me dijo: “por fin ganas algo de verdad en debate”. Y no puede tener más razón. Espero no decepcionar a ningún debatiente primerizo, pero nadie va a mirar dentro de unos años qué torneos ganaste cuando revise tu curriculum vitae. Lo que de verdad te cambia la vida es la influencia de todas las personas que no habrías conocido nunca de no haber coincidido con ellos en un equipo o haberlos tenido enfrente en los atriles. Mi mayor logro es que después de tantos años, el debate me ha permitido mantener unas amistades que quizá habría perdido de otro modo, como son Antonio y Javier, conocer otras nuevas que sé que van a estar ahí siempre, como Fernando Arruga o Alfonso Coronel, y descubrir personas sin las cuáles sencillamente no puedo imaginarme como sería mi vida ahora, como bien supo ver mi hermano al conocer a Estela.
4. ¿Tienes pensado retirarte?
Lo tengo pensado desde hace ya mucho tiempo, aunque es una decisión a la que todos nos resistimos. Pero tengo claro que el debate es una etapa preciosa pero breve de nuestra vida y hay que saber dejarla atrás. En mi caso, la responsabilidad es especialmente importante porque tengo detrás a toda una fantástica cohorte de debatientes del CEU que están trabajando como nadie por disfrutar de este mundo y siento que cada torneo al que voy es una plaza que estoy quitando a alguien que la merece más que yo. Desde el año pasado casi no he debatido y, Dios mediante, este año me retiraré definitivamente.
Me parece que un problema del que muchas veces no somos conscientes es de lo mucho que engancha debatir, hasta el punto de que a veces nos nubla la vista. Es una actividad retadora y estimulante que, además, como he dicho antes, te rodea de personas apasionantes. Llega un momento en el que nos acostumbramos a ir a los debates y que todos nos conozcan, que nos reconozcan y que nos aplaudan. Si además, como pasa con muchos veteranos, tienes cierto poder dentro de tu propio Club, te acostumbras a crear espacios de liderazgo en los que siempre hay gente dispuesta a escucharte y pedirte consejo como figura de referencia. Todo ello nos hace estar muy cómodos, pero tiene un peligro enorme porque tarde o temprano hay que salir al mundo exterior y nos olvidamos de que allí no somos más que jóvenes veinteañeros con la vida por hacer. Y es duro darse cuenta de que ya nadie conoce tu nombre, ni te paran por los pasillos para hablarte, o que la gente ya no te llama para pedirte consejos sino para darte instrucciones. Pero es la realidad y hay que hacerse a ello, porque aunque a veces no queramos darnos cuenta, este mundo del debate que tanto amamos es muy pequeño y las grandes cosas hay que lograrlas ahí fuera.
5. ¿Qué sobra en esta comunidad?
Creo que voy a ser polémico, pero es la idea de esta pregunta. En mi opinión, en el debate sobran las crecientes pretensiones de profesionalizar esta actividad. Me refiero con esto a la idea de intentar convertir el debate como actividad en una especie de ciencia con sus reglas y sus teorías. Aquí yo distingo entre debate y oratoria. La oratoria es la disciplina que estudia la comunicación oral desde el punto de vista teórico. Para mí, el debate es un ejercicio con el que intentamos poner en práctica aspectos de la oratoria, pero no deja se ser un ejercicio. La tendencia que veo ahora es que cada vez más debatientes, sobre todo jóvenes, enfocan el debate en sí mismo como teoría, olvidando que debería ser solo una actividad para divertirnos, aprender y mejorar. Cuando estamos más preocupados por seguir la estructura de un R2 o evitar un achucillamiento que por transmitir argumentos con eficacia estamos convirtiendo el debate en un sinsentido.
6. ¿Y qué crees que le hace más falta: la autocrítica o las plumas estilográficas? ¿Por qué Alberite y tú aún no habéis tomado serias medidas con respecto a esto último?
Las plumas estilográficas, desde luego, pero porque da igual que pongas al lado de ellas, siempre pensaré que son lo que más falta nos hace. Si escribo con pluma en gran medida es por culpa de Alberite, que fue el primero al que se le ocurrió empezar a usarla todavía en el colegio. Tenemos una carrera armamentística entre él, Álvaro Rodríguez Poblete y yo por ver quien acumula mayor cantidad de trajes y complementos de caballero. Con la pluma pasa lo mismo que con la chaqueta o la corbata, es imposible explicar lo cómodo y satisfactorio que es hasta que no lo usas habitualmente. No es por capricho, hay toda una ética detrás de usar pluma que podría contar, relacionada con el gusto por el cuidado y el detalle, la atención a la solemnidad de la ocasión y el respeto por el pasado, pero no quiero dejaros sin lectores. Por lo pronto, yo he empezado a tomar medidas regalando una pluma a Estela, a ver si poco a poco las vamos extendiendo.
7. Nos han chivado que todo el mundo te adora en el CEU pero, ¿qué tiene de especial el Club de Debate CEU para ti?
Para mí el Club de Debate del CEU tiene un valor inmenso porque he tenido la suerte de poder crecer y mejorar junto a él hasta sentirlo como mío. Cuando llegué a la universidad y me apunté, el Club ya tenía una larga historia que se remonta a los primeros tiempos del debate español, pero su mayor cualidad es que siempre ha estado abierto a que los alumnos comprometidos asuman responsabilidades para dejar su impronta, generación tras generación. Cuando yo entré estaba Pablo Borrega, pero no dudó en confiar en gente como yo y, llegado el momento, dar un paso atrás para que tomásemos el relevo natural. Después de cinco años, yo me siento enormemente afortunado de haber visto crecer a una generación que me trasmite esa misma confianza y no puedo evitar un enorme orgullo paternal al ver a Álvaro Sáez, Zaera, Ángelo, José y otros tantos mostrar cada día un compromiso permanente con un Club que ellos tampoco han creado pero que también sienten como suyo.
8. También sabemos que a la hora de formar te implicas como el que más. Compañeros de debate apuntan a que se está tomando muy a la ligera esta actividad. ¿Qué se necesita para ser formador? ¿Qué te ha aportado a ti?
Hace tiempo que dedico mucho más tiempo a formar que a debatir, es cierto, y creo que también es algo de lo que estoy especialmente orgulloso como miembro del CEU. A lo mejor es porque somos el bastión irredento del formato académico, pero siempre hemos dado un peso enorme a la labor previa de los torneos. Estoy convencido de que nunca se aprende más que en una buena formación, que es cuando de verdad se adquiere un método de trabajo, se aprende a colaborar en equipo, se entiende la forma de razonar y argumentar cada punto… El talento es importante en debate y creo que está muy bien estimularlo, pero en las formaciones lo que se premia es el esfuerzo y el compromiso con los demás, que es donde de verdad se forjan los debatientes. Cuando ves a un alumno brillante que refuta con los ojos cerrados disfrutas, pero cuando ves a uno que se presenta a las diez de la mañana de un sábado con una pila de evidencias que ha estado buscando y no se va a dormir hasta las cuatro de la mañana para asegurarse de que las líneas están cerradas, es cuando sabes que tienes a un miembro de pleno derecho del Club.
9. Sabiendo ya que aportan cosas diferentes, ¿si solo pudieras debatir en una y solo una modalidad, elegirías BP o académico?
Bueno, ésta es la pregunta que abriría el titular y ni en veinte páginas daría una respuesta satisfactoria. Sin dudar ni un solo instante, escogería el académico. El gran evento actual del mundo del debate ha sido el advenimiento del BP y su voraz expansión por España, ante la casi unánime aclamación popular. Yo he discutido esto mil veces con las grandes espadas del debate y todos están en mi contra, pero pienso que este fenómeno nos está haciendo mucho daño y todavía puede ser peor si dejamos que desaparezca el formato académico o lo convertimos en un mero entrenamiento para equipos principiantes.
Para mí, el académico es un formato mucho más completo porque fomenta un estilo de debate más saludable. Podría enumerar infinidad de razones, pero voy a quedarme con una clásica estructura de tres argumentos. En primer lugar, nos enseña que es importante lo que decimos, pero también que tenemos que demostrar por qué es verdad. Esto es muy importante porque con frecuencia el debate se olvida de que más allá de nuestra habilidad para argumentar una cosa o la otra, en última instancia toda discusión debería enfocarse a ver quién se acerca más a la realidad. Por supuesto que las evidencias se pueden manipular o usar mal, pero el requisito de tener que probar con datos lo que estamos diciendo nos exige un rigor en nuestros argumentos mucho mayor. En segundo lugar, el trabajo en equipo es probablemente lo más importante que podemos aprender del debate y el académico es el mejor ejercicio que conozco para ello. La coordinación entre una pareja de BP es fundamental, pero no puede compararse a la responsabilidad de un equipo de cuatro personas que tienen que preparar juntas las preguntas durante semanas, investigar, repartirse tareas y asumir unas obligaciones… Es ese valor del esfuerzo y el compromiso que comentaba antes al hablar de las formaciones. Y en tercer lugar, el académico es incomparable como forma de adquirir conocimientos y convertirnos en personas con una mayor comprensión de las realidades que nos rodean. Ahora mismo pienso en cualquier pregunta que haya tenido que preparar —desde el programa nuclear iraní hasta la maternidad subrogada, pasando por Airbnb o el Brexit— y podría sostener una conversación razonablemente bien informada de todos. Evidentemente no te conviertes en un experto, pero después de tener que investigar un tema, leer decenas de evidencias y construir y ensayar varios argumentos tanto a favor como en contra, creo que adquieres una comprensión importante de cualquier tema. Ni que decir tiene que escuchar una hora de debate sobre una moción, incluso aunque sea contra Javi de la Puerta, y no volver a oír del tema es bastante menos eficaz.
En conclusión, no estoy en contra del BP, creo que es un formato fresco y divertido. Yo nunca me lo he pasado mejor en un torneo que cuando debatía en BP con Alfonso Coronel de Palma. Pero sabiendo que ambos aportan cosas diferentes, me parece que en la balanza pesan más las aportaciones del académico y por eso gana este debate. Muy orgullosos de debatir en académico.
10. Adjudícanos una moción de cosecha propia. ¿Cuál es la mejor que has escuchado?
Después de la parrafada de la pregunta anterior, voy a romper ahora una lanza por el BP porque nos da la oportunidad de plantear debates tan descabellados que nunca pasarían en filtro de un académico pero que pueden ser interesantísimos ejercicios especulativos. En esto, para mí se lleva la palma una moción inédita cortesía de Fernando Arruga que algún día me encantaría ver debatida: “EC cree que las antiguas colonias con un IDH bajo deberían reintegrarse en sus respectivas potencias colonizadoras.”
11. ¿Una final se lleva mejor si Estela Bibiloni está en el público para asentirte justo antes de empezar?
Absolutamente. Como además soy un experto en lo que a perder finales se refiere, es un privilegio subir al estrado y mirarla sabiendo que cuando baje va a seguir ahí sin importarle si he ganado o no, eso me da muchísima tranquilidad y me ayuda a ver en perspectiva la importancia relativa que tiene el ganar o perder. Por el contrario, yo creo que toda la tranquilidad que me da a mí se la quito a ella, que vive cada final mía como si estuviese ella debatiendo. No para de darme instrucciones, asentir, negar, gesticular y básicamente dirigir cada minuto que hablo desde su asiento como si fuese el entrenador en el área técnica.
12. ¿Si tuvieras que quedarte con una sola cosa que hayas aprendido en debate? ¿Y una que hayas perdido?
He aprendido que aunque haya ideas que son ciertas y otras que no, todas tienen un fondo de verdad y es imprescindible descubrirlo para poder entenderlas correctamente. Lo que he perdido es muchísimo tiempo que forzosamente tienes que sacar de algún lado y demasiado a menudo es de estar con mi familia.
13. Lo pregunta el Torneo de Debate Universitario Villa de Madrid y nosotros no íbamos a ser menos: ¿Crees que Gibraltar debería ser español?
Gibraltar ya es español, por mucho que lo retengan esos piratas ingleses.