Buenos días, Óscar. Es un lujo para el equipo de ElDebatiente y para nuestros lectores poder hablar contigo en el primer número del curso.
¡Buenos días y muchas gracias por contar conmigo!
Bueno, vamos a empezar esta entrevista con la clásica pregunta: ¿siempre tuviste claro que querías aprender a debatir?
No, la verdad es que yo empecé a debatir por casualidad. Siempre me había gustado la oratoria; de hecho, había tenido una asignatura en secundaria y me había gustado mucho. Pero en bachillerato, coincidiendo con una lesión que tuve porque jugaba mucho al baloncesto, y justo cuando empezaba a tener los fines de semana libres después de mucho tiempo, me llamó un compañero de clase para decirme que iban a montar un club de debate, que les había fallado alguien en el último momento y que si podía cubrir ese hueco. Eso fue en primero de bachillerato. Luego cuando llegué a la universidad, ahí ya sí sabía que quería seguir.
Entonces, tuviste claro que querías formarte en universitario desde que pudiste, ¿no?
Sí, yo venía de haber competido tres veces en el torneo gallego. Hay dos torneos en Galicia, y había tenido muy buenos resultados. Había sido siempre mejor orador, había tenido buenos resultados por equipos. Me había gustado mucho la experiencia y el desafío que suponía. Además, yo veía que el debate escolar ya no me gustaba tanto; se me estaba quedando, en segundo de bachillerato, como muy repetitivo, muy plano. Por eso, tener esa oportunidad de llegar a la universidad, de ver un modelo distinto del parlamentario, e incluso de ver en el académico cómo se podía llegar un poquito más lejos de lo que normalmente se llega en el escolar, me animó mucho al empezar. Así que sí, en cuanto tuve la oportunidad, me apunté al club de debate en la universidad.
A lo largo de tu carrera en el mundo del debate, te hemos visto debatir, y hacerlo muy bien, tanto en BP como en académico. ¿Qué es lo que más te gusta de cada modalidad?
Lo cierto es que me gustaría tener una mezcla de las dos. Me gustan mucho, por ejemplo, estos formatos americanos que son casi una mezcla entre parlamentario y académico.
Yo creo que del parlamentario lo que más me gusta es que la lógica tiene un papel mucho más relevante. A mí me gustaría mucho que el académico progresará en ese sentido. Es decir, allí no son válidos los argumentos que parecen probar algo, pero que luego están lejos de probarlo, y que se basan más en respaldarse en la evidencia o en un razonamiento plano que nunca se termina de cerrar. Me gusta mucho enfrentarme a estos razonamientos.
Pero del académico me gusta, primero, un poco lo que es la profesionalización del circuito, pero luego también con otros torneos y con clubes un poquito más organizados que, normalmente, en el parlamentario. Sobre todo, también, el hecho de debatir en un equipo de cuatro con unas funciones tan diferenciadas, que creo que complementan mucho las labores de cualquier orador. Es decir, competir con tres o cuatro personas en vez de con una sola siempre aporta un valor añadido.
¿Cuáles crees que son las claves de un buen equipo de debate?
Yo creo que, si hablamos de académico, indudablemente tiene que haber diversidad. A mí me ha sucedido muchas veces que hemos tenido equipos en los que todos eran muy buenos, pero todos éramos perfiles muy parecidos. Entonces, al final, ¿qué sucedía? Éramos segundos refutadores de sangre, cubriendo distintas posiciones. La preparación se volvía inasumible. Cada idea nueva que se traía, todo el mundo la atacaba; se acababa llegando con ideas súper enrevesadas para protegerlas de cualquier ataque, pero que al final eran ataques que se daban en seis horas de preparación, pero nunca en un debate. Precisamente, esa falta de diversidad quizás es a veces lo que hace que los equipos fallen.
Este año, por ejemplo, en algunos torneos, llevábamos un documentalista con esa labor investigativa, que a nosotros muchas veces en el equipo nos cuesta más. Tener personas con un perfil un poquito más enfocado en la investigación o en la construcción y menos en esa parte más refutativa, ayuda mucho. Así que yo creo que la clave para que un equipo de debate triunfe es la diversidad. No buscar un equipo de estrellas, sino buscar un equipo de gente muy competente en distintas cosas.
¿Y qué crees que hace que un debate sea un buen debate?
Yo creo que quizás lo que más caracteriza a un buen debate es la profundidad. Muchas veces sucede —y yo lo veo muchísimo— que a partir de la primera refutación el debate se acaba volviendo una cosa repetitiva o directamente súper técnica: que si es el nexo lo que falla o que si es la carga probatoria lo que no se está cumpliendo. Eso tiene mucho valor, pero también creo que tener equipos que a nivel de lógica y a nivel de forma de trabajar son perfectos, da mucho pie a que luego se pueda entrar en cuestiones que normalmente no ves en un debate.
A mí me gustaría muchas veces que los debates fuesen como las preparaciones. Cuando preparamos, vemos que nos estamos preparando para unas refutaciones que muchas veces no llegan, porque el debate se queda en cosas más básicas, en una lucha de evidencias donde una dice A y otra dice B. Realmente, cuando tenemos equipos que no incurren tanto en esas cosas tan básicas y llevan el debate a sus últimas consecuencias, es lo más interesante para mí.
Muy interesante eso, parece algo totalmente fundamental. A veces es verdad que el académico se hace un poco plano, pero también tienes que saber contra quién debates y sacarle las puntillas.
Justo.
Y como orador, ¿cuáles crees que son las aptitudes que puedes seguir mejorando?
Yo creo que dos cosas fundamentalmente: el trabajo previo, lo que se refiere sobre todo a investigación. Soy más débil en eso que en muchas otras cosas y muchas veces lo acabo pagando en los torneos. Es lo típico de que hasta tres días antes no empiezas a hacer un trabajo de verdad.
La capacidad de adaptación a distintos equipos. Quizás ahora ya no tanto, porque ahora tenemos equipos más estables en la Carlos III, pero en mis primeros años de debate —mis dos primeros años—, tenía la tendencia de creer que había una forma de trabajar en debate, que esa era la mejor y que había que inculcársela a todo el mundo. Quizás esa flexibilidad un poquito más con algunos compañeros que pueden tener otra visión, otras perspectivas, es algo que debo seguir fomentando.
¿Nos puedes contar alguna anécdota?
Yo creo que lo que me pasa a mí siempre en los torneos, sobre todo en los que son más importantes para mí, es que pierdo cosas. Nunca he llegado a un torneo con todo.
En Melilla, pierdo los zapatos. En el Mundial de Argentina, pierdo la maleta entera, la pierde la aerolínea. Y además, hay que comprar allí trajes y todo, que son carísimos en Argentina. Yendo a Vigo, también pierdo la americana. Yo normalmente no pierdo cosas, pero para ir a los torneos, sí.
De hecho, cuando no he perdido cosas, no me ha salido tan bien. Este año, por ejemplo, para ir a Vitoria, no perdí nada y los resultados no fueron tan positivos. Creo que voy a empezar a perder cosas a propósito.
Bueno, quizás esa sea la clave. Es evidente que a nivel profesional el debate sí te habrá aportado mucho, o te aportará en un futuro próximo. Pero, ¿qué te ha aportado a nivel más personal?
A ver, está la respuesta típica, que es que creo que me ha aportado un montón de gente maravillosa. De hecho, muchos de mis amigos los he sacado del debate, tanto en debate escolar como en debate universitario.
Pero quizás también, al margen de eso, a nivel personal, yo creo que te aporta una perspectiva de las cosas, una rigurosidad a la forma de pensar, una forma de evitar los sesgos y las falacias cuando estás pensando sobre cuestiones de tu día a día, que luego las aplicas a circunstancias reales: cuando tienes que tomar una decisión importante en tu vida, o cuando tienes que decidir cualquier cosa que te resulte de interés. Y te das cuenta de que muchas veces de la misma forma en la que analizas un argumento, puedes analizar los pensamientos que tú tienes, o las cosas por las que tú crees que debes tomar una decisión. A veces, incluso, para decidir si irme o no irme de Erasmus o cosas así, siempre pensar de forma más estructurada a nivel personal me ha ayudado un montón el debate.
Y por último, ¿cuál es el consejo que le darías a un orador totalmente novato?
Que disfrute y que no se deje arrastrar por la competitividad que a veces vemos en el circuito. Creo que quizás esto es más notorio en algunos torneos que en otros, pero en general muchas veces parece que si salimos de un torneo sin un buen resultado es que no hemos aprendido lo suficiente o que no hemos mejorado lo suficiente.
Yo creo que el debate es una actividad que es más intelectual que competitiva. Está bien que tenga esa faceta competitiva, por supuesto: el objetivo de un debate competitivo es ganarlo, pero también es ponerse un poquito a prueba en lo que se refiere tanto a exposición delante de un público como a capacidad de haber diseñado una buena línea argumental.
Una de las cosas que más me gusta a mí en un torneo de debate es llegar al primer debate y probar todo lo que hemos pensado: cómo van a reaccionar los jueces, por ejemplo. Me gusta más eso que ganar, ver si aquello que hemos estado preparando durante semanas es algo que los jueces nos van a «comprar», que el otro equipo no va a haber preparado respuestas muy buenas, o si son cosas realmente que no se habían pensado con tanta facilidad. Yo creo que un orador novato debe también disfrutar de ese desafío intelectual quizás más que de la competición.
Pues Óscar Rodríguez de Vivero, muchísimas gracias.
Muchas gracias a vosotros. Ha sido un placer.