Bueno Pablo, vamos a empezar. La primera es sencillita, ¿cómo y cuándo entraste en el mundo del debate?
Corría septiembre del 2016 y estaba de camino a la universidad cuando me encontré en el autobús con Mariella De La Cruz, a la que conocía desde el instituto. Me contó que habían fundado ella y unos cuanto más una sociedad de debates en la UAM y que justo estaba de camino a coordinar un debate de exhibición. Me vendió tan bien el debate que allí acabé.
Vale, ahora que ya sabemos por qué entraste al mundillo, si tuvieses que elegir un formato para debatir, ¿sería académico o BP? ¿Por qué?
Sin ninguna duda, BP. Siempre BP. Los que me conocen saben que soy algo hater con el académico. Sencillamente, no me gusta. A veces me sorprendo a mí mismo deseando que me gustara… pero aquí estamos.
Del BP valoro mucho la emoción que supone debatir en cada ronda de un tema distinto, el enfrentarte no solo contra personas que defienden la línea contraria sino también lo mismo que tú y la inmensa comunidad internacional de debate que hay en ese formato, tanto en español como inglés.
Sabemos que en los últimos años el debate parlamentario (BP) ha tomado mucha importancia en el ámbito nacional. Pero con la expansión también ha venido un aumento de las críticas al formato, sobre todo por cómo marca mucho las formas de los oradores. En tu opinión ¿es perjudicial en algún aspecto el debate parlamentario como modalidad?
No lo creo. Creo que el BP tiene, como toda actividad, deporte o comunidad, sus peculiaridades. Cuando entras a cualquiera de estas comunidades aprendes por imitación. Y es cierto que algo te cambia. Pero no creo que sea negativo.
Sé que esta respuesta está muy condicionada por mi experiencia personal. Por lo que he hablado con algunas voces críticas, entiendo que detrás de la línea de pensamiento sobre cómo daña el BP, está la idea de que el debate es una actividad formativa. Y para mí no lo es. Soy un informático que pretende desarrollar su carrera laboral en la universidad. En ninguno de los procesos competitivos por los que tenga que pasar me valorarán lo más mínimo el debate o lo que pueda aprender de él. Así que lo hago solo por diversión, porque me gusta.
Creo que tenemos que revindicar más esa faceta del debate: está bien hacer debate simple y llanamente porque es divertido, sin buscar ningún aprendizaje. El debate no tiene que ser una actividad formativa para tener valor. La diversión tiene también mucho valor. Si el aprendizaje llega, estupendo. Y si no llega, que me quiten lo bailao.
Se que has sido subcampeón del CMUDE. Por mucho que siempre pregunto sobre esto, me sigue pareciendo muy interesante. ¿Cómo se vive la presión de un CMUDE desde dentro?
Si tuviera que definir el CMUDE en una palabra sería «estresante». Soy una persona con una tendencia natural a los nervios y a obsesionarme, iba en una pareja competitiva y las condiciones en las que se desarrolló el torneo no ayudaron. Lo que rescato y por lo que sin duda repetiré es por la inmensa oportunidad de aprendizaje y de reto que supone en cuanto al debate, pero, sobre todo, los lazos personales que se forman.
Tuve la oportunidad de compartir el CMUDE con muchos amigos y de poder poner esa etiqueta a otras tantas personas. Siento que aquí toca una mención especial a Carlos Pérez Alcázar. Después de un torneo tan grande y competitivo, o sales matando a tu pareja o amándola para siempre. Yo tuve la suerte de llevarme el amor eterno. Y gracias a que Tabbycat nos puso como emoji de la pareja un aguacate, así como la obsesión de Carlos con ellos, cada vez que veo un aguacate me emociono.
Aparte de debatiente, sabemos que cumples otros roles. Uno de los más destacables es que eres presidente de la Sociedad de Debates de la Universidad Autónoma de Madrid. Se que soy muy pesado con las presiones, pero ¿cómo se vive la presión interna de dirigir un club de debate?
En la Sociedad de Debates de la UAM llevamos en el ADN tener una organización democrática, horizontal y muy garantista. Y creo que es algo fantástico, pero supone mucho trabajo. No tenemos formadores, profesores o equivalentes que puedan resolver disputas rápidamente. Pagamos por tanto el precio de tener que dedicar mucho tiempo a la gestión. A cambio, todo el mundo puede involucrarse y aprender, buscando siempre ser equitativos. Pago el precio encantado.
Todos los que están leyendo esta entrevista, de alguna forma, tienen un interés especial en debatir. Muchos de los lectores además conocerán la faceta competitiva (consistente en participar como debatientes en los torneos), pero no tantos saben como es organizar este tipo de eventos. Pero hoy tenemos la oportunidad de preguntarle a alguien que lo ha hecho, (y que lo hará próximamente), así que… ¿Cómo se vive un torneo desde la parte organizativa?
Es algo muy curioso, porque, aunque es el mismo torneo que disfrutan los debatientes y jueces, la experiencia es muy distinta. Organizar un torneo supone empezar a trabajar mucho antes de la fecha del torneo, tener mil tareas pendientes en la cabeza todo el día y llegar ya al comienzo del torneo agotado… Cuando empieza el torneo, el ritmo se acelera más aún. Tu tiempo se divide entre ser un buen anfitrión y ser bombero, corriendo de un lado a otro a apagar fuegos. Finalmente, sin saber cómo, llegas al último día del torneo y lo ves acabar. La gente se despide con una sonrisa y ahí sabes que ha merecido la pena. Y te pones a pensar en el siguiente.
Uno de los principales retos en cuanto a llevar un club es conseguir gente que esté interesada en debate, ya que algunas veces se etiqueta como una actividad para gente más “friki”. Desde tu experiencia dentro de la organización de la UAM, ¿es un problema atraer gente a la actividad? En caso de que sí, ¿cómo se puede solucionar el problema del desinterés?
Creo que es un problema que cada vez irá a menos, al menos en algunos lugares, gracias a que algunas comunidades están empezando a promover el debate entre colegios e institutos. Nosotros hemos notado que ya nos llegan a la UAM estudiantes que activamente nos buscan porque ya tienen experiencia y quieren seguir con ello.
¿Pero qué hacer con aquellos que no lo conocen? Creo que sencillamente seguir creciendo como circuito, seguir hablando de ello a todas las personas que podamos y luchar para que el circuito de debate sea un lugar acogedor, en el que las nuevas personas se sientan cómodas y bienvenidas. En esto tenemos todos, a nivel individual, una responsabilidad. No creo que lleguemos a ser tan conocidos como el fútbol, pero podemos crecer como comunidad.
Y hablando sobre gente nueva… Existe la idea de que se está produciendo un “relevo generacional”. Y se ha hablado de todo, que si los nuevos son mejores, que si son peores, que si traen aire fresco, que si repiten los mismos patrones de siempre. Pero tú, ¿crees que el relevo generacional es una generación de nuevos debatientes que van a continuar el sistema, o crees que traen algún cambio sustancial a cómo funcionan las cosas?
Creo que el cambio generacional es un proceso que se da siempre de forma continua, no por etapas o saltos, que parece que es como lo trata la narrativa predominante. Lo que pasa es que lo notamos por etapas, cuando nos paramos y echamos la vista atrás y recordamos a gente que ya no participa. Pero siempre hay personas nuevas. Siempre hay ideas nuevas.
Y creo que esta gente nueva con ideas nuevas va a ir haciendo evolucionar el circuito. Y espero que traigan cambios sustanciales. Hacen falta. Como decía antes, hacer el circuito más inclusivo, abierto y acogedor es importante. Tengo muchas ganas de ver cómo cada vez entran personas con orígenes cada vez más diversos. Gente de distintas carreras, contextos sociales… Creo que va a ser muy positivo. La cada vez más común figura de Equity en los torneos me parece un gran ejemplo.
A veces vemos que se respira cierto ambiente de competitividad, especialmente entre los nuevos debatientes. Desde tu perfil de formador, ¿crees que es necesario el factor competitivo? ¿Cómo se puede balancear la deportividad con el factor competitivo?
¿Competitividad especialmente entre los nuevos? ¡Temo que estamos viendo la paja en el ojo ajeno antes que la viga en el propio! Los nuevos no pueden ser más competitivos que nosotros…
Pero respondiendo a la pregunta, aquí soy muy aristotélico. Creo que en el punto medio está la virtud. La competitividad es una importante fuente de motivación a la que no creo que haya que renunciar. Ahora bien, en el otro extremo de la competitividad no está la deportividad, está la parsimonia. La competitividad jamás puede ser una excusa para ninguna falta. No creo que haya que balancear competitividad y deportividad. La deportividad ante todo. Siempre.
Si acosas a los oradores desde la mesa, si haces comentarios personales despectivos, si haces por excluir a otras personas, o si no tienes la decencia de saludar y tratar con respeto al contrario (todas actitudes que he visto) no es que seas competitivo, es que eres mala persona y punto.
Y para terminar, si tuvieses que concluir toda tu vida en el debate con una frase, ¿cuál sería?
No siento que esté todavía preparado para concluir mi vida en el debate, así que le voy a robar a la gran Gloria Fuertes el título de uno de sus libros: «Obras incompletas».
Ahora bien, cuando llegue el momento de concluir, me gustaría despedirme parafraseando la canción de Frank Sinatra de My way: «And may I say, not in a shy way, I did it my way».