Buenos días, Pablo. Vamos a empezar introduciéndote para los pocos lectores que aún no te conocen. Cuéntanos, ¿cómo entraste en el mundo del debate y qué primera impresión te dio?
Yo entré de rebote; es decir, a mí de inicio no me había llamado la atención. Hay mucha gente a la que se le presenta la oportunidad en la jornada de bienvenida a la universidad. En mi caso, conocía a un amigo, Bogdán, que se empezó a saltar clases para ir a las asignaturas de debate. En el momento en el que me lo contó, me llamó un poco la atención y fui a una sesión para aprobar. Allí me dieron la clase. Estaban como formadores Enrique Bajo y Gonzalo Herreros. Me pareció una dinámica súper interesante, y aproveché que enlazaba con un torneo: quise ir a todo y desde ese momento me enamoré del debate, y dediqué gran parte de mi vida a ello.
Como vicepresidente de la UAL, ¿qué aportas a nivel individual y a nivel colectivo y equipo a la propia asociación?
Uf, no soy una persona súper organizada, y es mi mayor defecto, pero lo que considero que en ocasiones aporto es siempre un carácter de mediación. Llevo mucho tiempo aquí, conozco muy bien a las personas que forman parte de la asociación, sé cuáles son los intereses, preocupaciones, etc. Pienso que ejecuto bien como una persona que tiene ese rol de bisagra social dentro del grupo.
Además, soy vocal de formaciones, y hago plannings de formaciones: decido qué se va a dar, cómo, y cuándo.
¿Hay algo que a día de hoy cambiarías de la UAL? ¿Algún proyecto de futuro?
No cambiaría, porque pienso que este es el año que más estamos avanzando. Hemos hecho una colaboración con Debate Aude en Almería, esta semana es nuestro primer torneo, el 8 de febrero es nuestro primer torneo escolar… Al fin y al cabo, lo que nos gustaría o lo único que cambiaría, es que la gente conozca un poco más el estilo de trabajo. Nos inspiramos mucho también en Cánovas a la hora de que todo el mundo tenga una labor, etcétera. Me encanta que podamos continuar con un modelo tan colaborativo entre todos los miembros y asociados para que salga adelante y en el futuro, cuando no estén los originales, por decirlo así, que fuimos los que fundamos esto, pueda seguir manteniéndose como estaba antes.
Hablabas tú de los fundadores y es que eres un debatiente muy experimentado y con muchísimas tablas. Queríamos preguntarte: ¿cómo has llegado hasta este punto? ¿Siguen existiendo esos nervios antes de hablar, antes de un debate, en la preparación…?
Los nervios siempre están ahí porque es una forma de que el cuerpo manifiesta que algo te importa. Cuando alguien llega a ser experimentado, creo que también es porque se rodea de personas brillantes individualmente, y cuando estás rodeado de gente brillante tienes que esforzarte para estar al nivel de las personas con las que compartes tiempo. Cuando eres nuevo tienes muchas ganas y te puedes permitir ese ensayo de error, a diferencia de cuando tienes en la cabeza esas palabras de que tienes que demostrar algo; de que tienes, en cierto modo, esa responsabilidad de satisfacer las expectativas que tienen la gente de ti. Por lo cual yo, al menos ahora, considero que tengo más nervios que cuando empezaba. Eso es muy bonito.
Bueno, como debatiente experimentado tendrás técnicas para automejorar y hacer mejorar a los demás, porque aparte sabemos que eres formador. ¿Cuál dirías que es la mejor técnica a la hora de debatir, tanto a nivel individual como a nivel equipo?
A nivel individual, creo que es fundamental ser crítico con uno mismo: analizarse constantemente, reflexionar y evaluar los propios errores. También es clave escuchar a los demás. Dentro del circuito de debate hay muchas personas que pueden servir de inspiración, no solo dentro de nuestras asociaciones, donde siempre tenemos algún veterano que nos inspira, sino también fuera. Considero que cada debatiente tiene un perfil único en oratoria y comunicación, y debe desarrollar su propio estilo. Sin embargo, siempre puede tomar referencias de personas a las que admira para construir su propia identidad como orador. Se trata de ser muy crítico, leer mucho, observar y, más que copiar, inspirarse para desarrollar una estructura que lo convierta en un debatiente más completo.
Con el tiempo, al haber adquirido suficiente experiencia en debates, se llega a un punto en el que uno es completamente auténtico y ha desarrollado un estilo propio, siempre respetando las reglas y principios del buen debate.
En cuanto al trabajo en equipo, lo principal es establecer metas en común. Todos los integrantes deben compartir aspiraciones similares, ya que he visto equipos universitarios frustrarse cuando algunos solo buscan disfrutar la experiencia del viaje, mientras que otros tienen expectativas de brequear o incluso de ganar. Si los cuatro no comparten las mismas metas, esto se refleja en su enfoque competitivo.
Otro aspecto clave es la relación entre los miembros del equipo. Es importante que haya confianza y complicidad en el día a día, para que, si a alguien no le convence la forma en la que están trabajando, tenga la libertad de decirlo sin temor. Los grandes equipos se construyen sobre esta base: compartir objetivos y contar con la confianza suficiente para comunicarse abiertamente. Así, el trabajo en equipo deja de sentirse como una carga y se convierte en algo que se disfruta. Además, cuando hay una buena relación y un ambiente positivo, se vive mejor la experiencia del torneo, lo que a su vez genera más motivación y competitividad.
Como gran debatiente tendrás algún referente en el mundo del debate, ¿no?
Mis referentes siempre han sido mis formadores. En primer lugar, Gonzalo Herrero, quien, para quien no lo conozca, es dos veces subcampeón del mundo. Es mi referente en cuanto a cómo, con tan poco, se puede lograr mucho en el ámbito de la teoría de la comunicación. Siempre lo he dicho: te expone un argumento y te lo vende de una manera que, en el momento, parece lo mejor del mundo. Luego, con el tiempo, puedes darte cuenta de que quizá no era para tanto, pero la forma en la que te hace sentir como comunicador en ese instante me parece propia de la élite más alta en comunicación. Por otro lado, Enrique Bajo destaca por su capacidad de analizar todo de la manera más lógica y racional posible. La combinación de alguien brillante en la ejecución, como Gonzalo, y alguien brillante en el razonamiento y análisis, como Enrique, me parece el equilibrio perfecto en el que cualquier debatiente puede inspirarse para obtener lo mejor de ambos enfoques. También encuentro inspiración en mis compañeros actuales, como Irene, Mateo o Jénez. Son personas que trabajan mucho y tienen particularidades individuales que me motivan a exigirme más y seguir mejorando. Fuera de mi círculo más cercano, siempre he admirado la ética de trabajo de ADB. Son un equipo que mantiene una competitividad constante y hace las cosas de manera impecable.
En cuanto a oratoria y arbitraje—ya que también me interesa mucho el lado del juicio en los debates—mis referentes han sido Rodrigo Soriano y Guille Fernández. Guille me parece, posiblemente, el mejor orador que he visto en la escena del debate actual, y Rodrigo es un juez con una capacidad de análisis impresionante. A veces, me cuesta entender cómo es capaz de racionalizar tantas cuestiones con tan pocos elementos.
Por último, ¿qué consejo le darías a un orador totalmente novato?
Lo más importante es que no sienta presión. En primer lugar, depende del motivo por el que se inicie en el debate. Si lo hace con la intención de ganar, debe entender que los logros no llegan de inmediato. Es fundamental que disfrute la experiencia, que valore cada etapa del debate y que la competición no lo absorba debido a las expectativas.
Lo primero es dejar atrás los miedos. Debe ser capaz de dar un discurso sin temor, porque esa habilidad le servirá en muchos otros aspectos de su vida, como en las clases universitarias o en entrevistas de trabajo. Comunicarse sin miedo es clave. En segundo lugar, llegará un punto en el que aprenderá de los formadores y de otros debatientes del circuito, y es ahí donde muchos caen en el error de convertirse en lo que yo llamo «debatientes modelo». Son aquellos que cumplen con el formato de debate de manera impecable, pero con un estilo más artificial. Siguen todas las reglas, tienen el mismo tono y carecen de un sello distintivo.
Después, suele venir la etapa en la que buscan gustar a los demás, diseñando sus turnos con la intención de impresionar. Esto los lleva a ser redundantes o a forzarse demasiado. Sin embargo, cuando logran liberarse de la necesidad de agradar y de demostrar que son grandes oradores, es cuando realmente se vuelven ellos mismos en el escenario. En ese momento, transmiten algo especial y es ahí donde alcanzan su verdadero potencial. Para llegar a ese nivel, deben completar todas las etapas y, sobre todo, disfrutar el proceso. Si dejan de disfrutarlo, pierde sentido dedicarle tanto tiempo a esta disciplina. El debate exige una gran inversión de tiempo, incluso dentro de la carrera universitaria, y aunque es una experiencia sumamente enriquecedora, debe vivirse con pasión y no como una obligación. Solo así podrán aprender de la mejor manera y valorar el debate como algo significativo en sus vidas.
Muchas gracias por tus palabras, Pablo. Espero que hayan inspirado tanto a novatos como a debatientes consolidados, y hayan aprendido tanto de ti como nosotros.
¡Gracias a vosotros!
A los demás, hoy ya no tenemos tiempo para más. Hasta la semana que viene, nos leemos aquí, en ElDebatiente, la casa común del debate en español.